El asturiano pasará a cobrar 25 millones por cada una de las cinco temporadas que ha firmado con la escudería del caballo plateado. / AFP
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Alonso se impone en el 'casting Schumacher'

Ferrari hace oficial el fichaje del asturiano por cinco años

MADRID Actualizado: Guardar
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Lo que era un secreto a voces ya es oficial. Ferrari anunció ayer el fichaje de Fernando Alonso por las próximas tres temporadas y unos 25 millones de euros por campaña. Después de casi dos años de rumores, el español se convierte en piloto de la escudería más importante del mundo. El secreto ha dejado de serlo justo antes de la celebración del Gran Premio de Japón, en Suzuka, que regresa al calendario después de tres años de ausencia. El acuerdo se hace oficial al tiempo que Ferrari asume el adiós a Kimi Raikkonen.

Los directivos de Ferrari siempre han tenido claro que su imagen de marca es crucial para el negocio. De ahí que hayan hecho, desde comienzos de los años 50, castings en busca de un perfil ganador: piloto joven, a ser posible ya campeón, con experiencia en la Fórmula Uno, mediático y que diera sensación de poderío. Unas características que cumplieron en su día estrellas como Niki Lauda y Michael Schumacher y que ahora adornan a Alonso. El asturiano será el segundo español en la legendaria firma italiana como corredor oficial. Ya estuvo Marc Gené, pero era de pruebas, no pertenecía a la nómina de la primera plantilla. Quien abrió la veda nacional fue Alfonso de Portago. Un joven perteneciente a la nobleza hispana, a pesar de nacer en Londres en 1928.

Identidad propia

El ejemplo del aristocrático sirve para exponer lo que significa Ferrari. Identidad propia con sólo decir su nombre. Una idiosincrasia que la había perdido en los últimos tiempos. Porque la marca del caballo plateado todavía está noqueada tras acabarse su gran era por la retirada de Schumacher. El germano fue el responsable de la época dorada para los italianos. Marcó un antes y un después en el modo de pilotar, de hacer estrategias y con su jefe, Jean Todt, hizo imbatibles a los transalpinos. Siete títulos mundiales, cinco son el equipo de su vida, son buena prueba de ello.

En la formación ferrarista echan de menos la figura de un conductor elegante, con cierto aire de grandilocuencia. Aquel que fuera simpático fuera de las pistas con los niños, pero un desconsiderado con sus rivales en carrera. Alma de ganador, espíritu combativo, que nunca se diera por vencido y encima con buena presencia. Massa y Raikkonen no responden a todas las condiciones exigidas. Los del coche rojo estaban cansados de no poder aspirar a algo más que ganar el campeonato de equipos. Necesitaban un piloto de referencia. Cierto es que el finlandés alcanzó la gloria hace dos campañas. Pero fue más una casualidad que un éxito fruto del trabajo bien hecho, del esfuerzo continuado y de la perseverancia. Precisaban de un competidor nato que siempre estuviera arriba, con el símbolo del equino salvaje en el pecho.