GRÁFICO: ISABEL TOLEDO
MUNDO

Obama se juega la salud de EE UU

El presidente apuesta su capital político en la reforma del sistema sanitario más injusto y desequilibrado de los países industrializados

| NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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Estados Unidos es el único país industrializado sin un sistema de salud público universal o medicina socializada. A pesar de una factura sanitaria netamente superior a la media de los países industrializados, unos 47 millones de personas -entre ellos 8,7 millones de niños- carecen por completo de cobertura médica, el 15% de la población. Aparte hay que contar a otros 25 millones cuyas pólizas no cubren una parte importante de servicios, como la hospitalización. Esto no quiere decir que todo este volumen de personas esté completamente desasistido, porque podrían contar con algún programa de asistencia pública, pero es la iniciativa privada la que controla realmente la sanidad, con más de mil grandes empresas manejando los destinos de este sector básico para el bienestar del país.

Uno tras otro, los datos muestran que el sistema de salud estadounidense no es digno de los ciudadanos de la primera potencia industrial del planeta. EE UU se gasta el doble de dinero por paciente que España o el Reino Unido y, sin embargo, todas las estadísticas relevantes son iguales o peores que las de cualquier país europeo: esperanza de vida, mortalidad infantil, años vividos sin enfermedad, muertes evitables. En el mejor de los casos, Estados Unidos empata, pero casi siempre pierde por goleada. A una persona con ingresos normales pero sin seguro médico, ir a un hospital por una enfermedad peligrosa le podría llevar a la quiebra, la figura legal que actúa como refugio contra los acreedores. De no declararse en quiebra o si su solicitud es rechazada por un tribunal, ese ciudadano tendría que hacer planes de pago de mutuo acuerdo con los médicos, laboratorios y hospitales a los que debe dinero. Aquellos que no pueden pagar verán destruido su historial de créditos, una información decisiva en la dinámica de la sociedad estadounidense. Sin una buena imagen en este sentido a veces no es posible alquilar una vivienda o abrir una cuenta bancaria. Los millones de personas que viven sin seguro médico no sólo ponen en riesgo su vida, sino su propia capacidad de competir en igualdad de condiciones.

Causa de despido

De una manera u otra, una enfermedad peligrosa podría también ser causa de despido. Los empresarios pagan cuotas más altas a las compañías de seguros por empleados enfermos y de edad avanzada que por los trabajadores saludables y jóvenes. En muchos casos, las empresas invitan a los empleados enfermos a dejar sus trabajos de forma voluntaria y que se dediquen a cuidar de su salud, protegidos por el Medicaid y otros servicios públicos.

Los críticos del actual sistema acusan a los grupos de intereses, sobre todo a las grandes aseguradoras privadas y a la industria farmacéutica, de ganar miles de millones de dólares gracias a los altísimos costes de sus productos y servicios, en detrimento de la salud pública nacional. Ante esta situación, el presidente Barack Obama ha propuesto una reforma del sistema de salud que otorgaría a Estados Unidos, por primera vez en toda su historia, un servicio muy parecido a un seguro médico universal. Según el presidente, su reforma permitiría a las empresas y a los ciudadanos elegir planes de seguro a un coste razonable, en un mercado competitivo. Asimismo, eliminaría otra de las manchas que más duele a los estadounidenses: el derecho de las aseguradoras a rechazar pacientes con problemas crónicos.

Insostenible

Casi nadie discute que el sistema precisa una urgente reforma, aunque las diferencias de base son todavía notables. La sanidad privada y la industria farmacéutica reconocen que el actual modelo es insostenible, mientras republicanos y demócratas coinciden en algunos puntos generales como recompensar la calidad de cuidados médicos y no la cantidad u obligar a que los seguros privados no puedan a rechazar a personas ya enfermas, una de las perversiones del actual sistema.

Pero los grupos conservadores parecen dispuestos a dar la batalla para arruinar las expectativas demócratas, como ya hicieran cuando Bill Clinton intentó una reforma similar. Echando mano de uno de sus fantasmas más socorridos, los republicanos han acusado al presidente de querer implantar un proyecto socialista en EE UU, lo que provocaría un déficit sin precedentes que caería sobre los hombros de, por lo menos, tres generaciones de estadounidenses. Obama lo ha negado y ha dicho que las dos terceras partes de los costes de su reforma se pueden cubrir con el actual presupuesto, simplemente redistribuyendo el dinero de otra forma y cambiando las prioridades.