CÁDIZ

mis aurori

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Su cartel colgaba en todas las farolas de la ciudad. Mis Aurori salía de su camerino con andares de atleta de gimnasia rítmica. Su capa de brillantes colores lucía más que la de un penitente de La Palma y el moño lo llevaba más bien puesto que la rodaja de pulpo que ponen para adornar la ensaladilla en El Balandro.

El spiker (no sé si se dice así pero siempre poner algo en inglés queda muy fino) anunciaba a la sala la inminente salida a la pista de la reina del circo. El público estalló en aplausos y desde atrás de las cortinas aparecieron 7 inmensos elefantes y dos elefantitos que volvieron felices a los niños. Encima de uno de ellos, que tenía las patas de gordas como el pilote 23 del nuevo puente Carranza, apareció la reina del circo que con un gracil movimiento, alejop, se bajó de la pata del animal como quien se baja del autobús de la Línea 1 en Residencia, a la altura de las ensaimadas del Don Pan.

Mis Aurori abrió los brazos como si fuera el Cristo de la Piedad, saludó al público y con un movimiento más que ensayado y lleno de suavidad quitó el botón que aguantaba su capa y ésta cayó al suelo como cae el caldo del puchero sobre un plato sopero. Juanaco el fiera, que veía el espectáculo desde la primera fila del Circo Mundial, comprendió por qué Aurori le predecía el apelativo de Mis y vio que tenía unas piernas más largas que la autopista de Cádiz-Sevilla cuando tenía peaje en Jerez.

La música sonaba más fuerte y se veía venir que de un momento a otro los elefantes harían alguna habilidad, como Diego Tristán, pero en circo. De pronto se oyó un grito desde la tercera fila. Un hombre de edad mediana, probablemente educado en un colegio público por lo rudo de sus palabras dijo «qué pasa carajo».

Dos agentes de la Policía Local, hábilmente camuflados de enanos de circo, salieron a escena. El público comenzó a rumorear. «Son los miratanga, son los miratanga». Un grupo de quinceañeras se colocó las rebequitas sobre las minifaldas para evitar su detención. Uno de los agentes sacó el metro y se dirigió hacia Mis Aurori. Esta reaccionó de inmediato: «Espérate un momentito hijo, que voy a decirle a los elefantes que bajen las piernas no los voy a dejar con las patas parriba media hora como si fueran el caballo de la Luz y el Agua», contestó la artista circense, gran admiradora del Miercoles Santo gaditano.

Los agentes le comunicaron a Mis Aurori que estaba detenida y la acusaron de indecencia en grado de medio muslo al salir a la pista con un diminuto tanga y exhibirse de esta guisa delante de 9 elefantes, dos de ellos menores de edad, reflejaron los agentes en el parte que redactaron para la autoridad de la decencia en Cádiz : el Ayuntamiento... oé no reirse que no se ha visto en el mundo gente más... decente.

Incomprensiblemente los elefantes, probablemente abducidos por Mis Aurori, no quisieron entregar a los agentes sus carnés de identidad y además, los animales, que debían de carecer de una buena formación católica, les enseñaron desafiantes una estampa del patrón de la Decencia, San Federico Trillo. En una acción heroica, y ante la falta de respeto a la autoridad del animal, uno de los agentes le dijo al elefante menor de edad que como no le enseñara la documentación lo encerraba en el pollo huevero de las Puertas Tierra, y el animal, el pobre mío, asustado, le sacó hasta la foto de Dumbo, aduciendo que era primo hermano suyo, por tal de evitar el severo castigo.

Tras arduas negociaciones el incidente se zanjó con que Mis Aurori salió a la pista cubriendo sus afamadas piernas con dos paños de cocina, atuendo que fue aprobado por los Miratangas que le invitaron a lucir en la corona de diademas la pegatina Cádiz ciudad sin muslo con lo que pudo seguir su actuación sin incidentes y con grandes aplausos.