A pesar de ser una de las más céntricas, la vía parece encontrarse en una zona residencial. / ESTEBAN
Jerez

La Fontana por donde brota jerezanía

Procede la céntrica calle jerezana del apellido Hontanal o Fontana, perteneciente a insignes personas que pasaron buena parte de su vida en ella

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Son dos bellas historias las que nombran a esta calle tan jerezana, pero que nadie piense en fuentes que hacen brotar agua viva. Es una vía que cumple con la misión de unir dos calles con empaque. Vieja Medina que hace referencia al pasado árabe de la ciudad y Arcos, siempre gallarda, espigada y noble travesía que conduce al viajero a las afueras de la ciudad. Y entre ambas calles, La Fontana. También está la calle Prieta, pero Fontana es distinta. Más señorial, más embellecida y más muda. Por tanto, más encantadora.

Pero se hacía referencia anteriormente a que la historia de la ciudad no sabría ubicar la razón del nombre. En la relación de censos del Hospital de la Sangre, en 1589, aparece un tributo pagado por la extensión de una viña en el pago de Hontanal. Muy posiblemente referido a un apellido y, por ende, a alguna familia o jerezano que con este apellido tuvo propiedades en la zona. Finalmente puedo ir derivando el apellido de Hontan a la actual Fontana por pura evolución fonética. Asimismo, habría que constatar que fue el Rey Felipe III quien expidió el 29 de marzo de 1621 un documento acreditando al ingeniero Fontana para que se hiciera cargo de la dirección de la obra de recomposición del muelle de El Portal.

Se apunta por parte de Agustín Muñoz que muy posiblemente este insigne ingeniero vivió en la citada calle jerezana y de ahí heredó también su nombre. La calle Fontana en la actualidad pertenece a ese grupo de calles que, a pesar de estar en pleno centro de la ciudad, da la impresión de encontrarse en una zona residencial. «Apenas pasan coches por aquí. Esto es muy tranquilo», comenta Miguel Ángel Velo. La cristalería de Velo está en el número tres de la calle Fontana. Todo un clásico. En el año 1972 llegó Eduardo Velo con su negocio de marcos de cuadros.

En treinta y siete años, da tiempo a ponerle un bonito marco a cualquier lámina, cuadro o fotografía. Darle forma a cualquier estampa de Jerez. Tan sólo falta en el negocio enmarcar un Velázquez. Miguel Ángel Velo, que ahora lleva el negocio, sonríe y comenta en tono de broma que «se ha hecho de todo en todos estos años. Pero un Velázquez, igual, no lo hubiera entrado nunca al cliente. Me fugo antes con él...» El negocio de Velo tiene ese sabor romántico a otros tiempos. Y un olor característico a madera envejecida y noble.

Tallista barroco

Parece el taller de un luthier o el de un tallista barroco que busca la belleza entre las volutas de un canasto. Y si la tienda tiene encanto, más todavía se aprecia en el taller del fondo. Allí están colgados en las viejas paredes todos esos marcos que nunca tendrán un retrato que agarrar. Sobrantes inservibles. Están también los restos de madera, y está la escuadra y el cartabón para configurar la geometría del corte cejado.

El teléfono está descolgado porque aquí el estrés está prohibido. Y, al fondo, una vieja radio está vomitando el programa de Carlos Herrera cuando llega la hora del cotilleo. Es el lugar de trabajo de Miguel Ángel Velo, un jerezano cabal y auténtico. Un profesional que ha sabido elevar con sus marcos la mediocridad del contenido con un buen acabado como continente. También, en muchas ocasiones, ha estado a la altura de una buena pintura. Que nunca se sabe qué es peor. Si pintar el cuadro o hacer el marco. «El pino y el ramín y también la samba son algunas de las maderas que más se utilizan para hacer los marcos», comenta. El negocio de Miguel Ángel Velo es un sitio idóneo para parar los tiempos. Un taller donde una vieja lámina o una fotografía familiar vive para siempre. No pasa de moda. Un marco para detener el pasado y pegarlo a la pared para todo un futuro.

En venta

El número tres está en venta. Una gran casa del siglo XIX con dos buenos locales comerciales en el bajo. El de Velo y otro vacío a la espera de un valiente que se quiera abrir de capote en el ruedo de estos tiempos. Justo al lado está Oregar en su perfil del bebé. La temperatura cambia cuando se entra en la tienda. Vive Dios que el aire acondicionado ha salido bueno. Allí está Nuria Garrido, que se encarga de atender al cliente. «Aquí en Jerez somos muy clásicos. Gusta vestir a los bebés de la forma más tradicional», asevera. Los cochecitos están todos aparcados en un lateral de la tienda.

Esos carritos de niños con ruedas de gran diámetro, de color azul marino y que tan sólo les falta para rematarlos una niñera con buen trasero y una cofia en la cabeza, paseando al bebé en un parque a cualquier hora vespertina. Los trajecitos rosas para las niñas y los azules para los niños. Moisés, canastillas, batones y una buena relación de biberones. El negocio pertenece a los hermanos Miguel Ángel y Rosario Orellana. Fue el padre de ambos, Manuel Orellana, quien inició la andadura comercial en la calle Arcos hace más de cuarenta años, con la tienda de electrodomésticos, ahora reformada en tienda de cocinas y que está pegada a ésta de la calle Fontana.

Según se sube de Arcos a Medina, nos encontramos con el gimnasio Zeus. Allí, antes, debió de haber una bodega, y después una ferretería. Más tarde, se abrió el Camelot, que era un gran mesón estilo medieval. Pero aquellos negocios cerraron y desde entonces en la calle Fontana no hay bares. Vida sana para los que entran en el gimnasio de Marcos Macías. Este chico se parece una barbaridad a Manolo, que lleva desde hace años el bar La Palmera en la plaza del Arenal.

«Soy su hermano gemelo», asegura. ¿Quizá Manolo debió poner el bar en la calle Fontana y Marcos el gimnasio en el Arenal? O quizá no. Quizá todo esté bien donde está, aunque es cierto que en Fontana se echa de menos un bar. A Marcos la cosa no parece irle mal. «Muchas horas, porque abrimos a las siete y media y cerramos a las once de la noche. Pero es nuestro trabajo», comenta.

Las tablas de gimnasia y artilugios para ejercitar hasta el último músculo de la oreja están repartidos por la amplia sala. «Fundamentalmente somos un gimnasio que ofrecemos servicio a la gente del centro. Bien a personas que viven por aquí, bien porque trabajan en el centro. Es decir, en los comercios y todo eso. Cuando salen de sus trabajos, pueden pasarse por aquí y hacer su hora de gimnasia», explica Macías.

La mayoría de los chicos prosiguen con sus tablas. Unos mueven las piernas, otros los brazos y algunos endurecen los bíceps con pesas color plata. Una sauna al fondo y un ambiente estupendo. «Intentamos tener una clientela buena. Aquí al final nos conocemos todos. Tenemos vocación de gimnasio para personas que lo que buscan es tener una buena forma», continúa. Un cartel anuncia una oferta de verano. Cincuenta y nueve euros los tres meses de calor. «La crisis. Hay que hacer ofertas para seguir adelante», asegura el encargado.

En definitiva, la calle Fontana. Pertenece al centro de la ciudad. Es una calle con personalidad, con cierto halo de belleza. Con una curva perfecta. Una travesía muy jerezana que une la calle Arcos con la de Medina.