Sociedad

Más Larsson para Cádiz

La 'viuda' del autor de la saga 'Millennium' impartirá una conferencia en la ciudad el próximo 14 de julio

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Un periodista pobre, rebelde y obsesivo que escribe novelas por las noches. Una familia rota. Una mujer, Eva Gabrielsson, que soportó durante 32 años su insólita forma de vida, su horario estrafalario y sus excentricidades de militante social. Un infarto. Una herencia millonaria, producto del éxito post mortem de una trilogía distinta, que habla de las trampas del sistema y de la represión de la mujer en el siglo XXI. La historia que late detrás de la historia de Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander es también una suerte de folletín literario, con sus buenos y sus malos, sus secundarios oportunistas, sus buitres encorbatados y sus víctimas indefensas.

Para suerte de la legión de seguidores gaditanos de la saga popular más fascinante de la literatura actual, Eva Gabrielsson, la compañera de Stieg Larsson, contará en Cádiz, el próximo 14 de julio, todos los pormenores de la creación de Millennium, su trabajoso proceso de gestación y su espinosa resaca. Será por medio de la Asociación de la Prensa de Cádiz, que ha logrado, gracias a una curiosa combinación de casualidades y al empeño de sus responsables, que la viuda oficiosa de Larsson participe en el programa de encuentros culturales de la entidad.

Cuando Stieg Larsson murió víctima de un infarto masivo, con 50 años recién cumplidos, había terminado las tres primeras novelas de la serie con la que pretendía garantizarse una merecida jubilación. Todas ellas vieron la luz póstumamente y cosecharon cifras astronómicas de ventas. Un multimillonario legado involuntario que han ido a parar a sus herederos legales: su padre y su hermano, con los que apenas mantenía relación desde los 9 años.

Eva Gabrielsson, con la que no había llegado nunca a casarse, entre otros motivos para no comprometer su seguridad (Larsson había recibido insistentes amenazas de la derecha sueca), se ha visto, así, «sola y sin derecho alguno sobre el fruto de un trabajo que, al menos modestamente, contribuí a que llegara a las librerías». Lo más doloroso de la situación es la cruel paradoja de que Larsson había militado activamente en favor de los derechos civiles de las mujeres y que, según Gabrielsson, «jamás hubiera consentido que un matiz legal» privara a la que fue, durante tantos años, «cómplice, amante y amiga», de la explotación comercial de sus novelas.

Si Lisbeth Salander viviera es más que probable que echara mano de su justiciero punzón.