EL AVATAR

Irresponsables

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El retraso que sufre el nuevo pabellón Portillo es un claro ejemplo de irresponsabilidad. Ha pasado ya bastante tiempo desde que se comenzó a demoler la instalación. Se hablaba entonces de la necesidad de ejecutar esta obra con premura para que sus numerosos usuarios pudieran volver a utilizarla cuanto antes. Pero por desgracia, una vez más, esos plazos que se anuncian no se van a cumplir. Menuda novedad. El problema es que esta vez la demora de ocho meses que ya lleva la construcción se debe a la dejadez excesiva unida a la frescura de un inquilino que hasta el momento del derrumbe no había alzado la voz. Porque es muy cómodo y rentable vivir treinta años en una casa y no tener que pagar nada.

Lo llamativo del caso es que la Diputación permitiera ese privilegio a un trabajador suyo y que durante todo ese tiempo nunca formalizara legalmente la situación. Lo alarmante del asunto es que el Ayuntamiento no se percatara del problema cuando se diseñó el proyecto y se aprobó la nueva instalación. Resulta al menos preocupante que ante la remodelación nadie haya revisado esas escrituras que la institución provincial cedió en su día al Consistorio. No se entiende que no haya existido ningún tipo de control sobre esta parcela que no contaba con la cédula de habitabilidad...

Tanta despreocupación por parte de todos los implicados perjudica al final a los usuarios del Portillo. Mientras, pasan los días y el retraso se hace mayor. Sin ninguna vergüenza, el inquilino de esta casa pide una nueva y rechaza la que le ofrecen porque no le gusta. Y los protagonistas políticos de esta historia se rifan la responsabilidad sin considerar que cada vez tienen menos crédito. Irresponsables.