CALLE PORVERA

Tareas pendientes

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Hay días en los que una se levanta pensando en todo lo que podía haber hecho pero que nunca llegó a cumplir. En su momento, las razones para aparcar lo que ahora se añora fueron poderosas, lógicas e indiscutibles pero el tiempo empieza a relativizarlas, igual que tantas otras cosas. A lo mejor estoy padeciendo los efectos post-cumpleaños (sí, me acabo de sumar uno más) pero lo cierto es que este ataque de nostalgia/culpabilidad me da de vez en cuando y espero no ser la única que lo sufre.

En cierta forma, admiro a las personas que no miran atrás, que nunca se cuestionan decisiones pasadas ni se arrepienten de nada, a pesar de que la opción elegida no fuera la acertada. No es que ande lamentándome por las esquinas pero, de vez en cuando, recordar ciertos momentos me sirve para aprender y no equivocarme de nuevo. Dejé las clases de tae-kwondo cuando las tareas escolares me empezaban a agobiar, no me decidí nunca a pedir una Erasmus para vivir unos meses en el extranjero, aparqué el doctorado y un curso de locución de radio para ponerme a trabajar, volví a dejar de hacer deporte por falta de tiempo. Lo bueno es que nunca es tarde para retomar, creo, casi todas las cosas que alguna vez hemos dejado pendientes.

No me voy a apuntar próximamente a clases de artes marciales (aunque no estaría nada mal) ni puedo ya pedirme una Erasmus (mis tiempos de universitaria quedaron atrás) pero puedo tachar miles de experiencias de la lista solamente manteniendo firme la voluntad.

Antes lo cuestionaba, pero ahora, sin embargo, cada día estoy más convencida de que siempre es mejor arrepentirse de lo hecho que de lo que se quedó en el tintero.