MIRADAS AL ALMA

Miguel Ángel, Mártir

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Al genio se le crucifica, al prosaico se le eleva; al genio no se le perdona nada, al prosaico no hay nada que perdonarle, pues sus pecados pasan desapercibidos. Pero, al final de los días, el genio queda y al prosaico se lo lleva el viento. Lo peor que le puede pasar a un escultor, pintor, cantaor, tocaor. es no poseer personalidad, algo que se tiene o no se tiene, pues se nace o no se nace. ¿Y si no se nace? Pues algunos despersonalizados creen imitar tenerla, o lo que es lo mismo, al no serlo por la naturaleza misma, se intenta (que no se consigue) llegar a través del amaneramiento.

El genio no presume ni alardea de su personalidad, pues aun odiándola, no se puede desprender de ella, como sombra que sigue al cuerpo. Tampoco vende su gozo, su alegría ni su agonía. No puede, no sabe, no sabría cómo hacerlo. De hecho, su comunicación con el gran público nace de la sola comunicación con él mismo, de ese estado de trance artístico en el que su pensamiento se deja ganar terreno por su emoción y sólo se habla y expresa para él mismo, en la soledad del alma más desnuda, despojada de todos; incluso liberado ese alma de lo que debe o no debe hacer. Es ese lenguaje místico, espíritu, razón y pensamiento, el que enardece al gran público que se siente arrebatar por el arrebato del creador. Porque el genio es, casi sin saberlo, creador, ¡y lo mejor es que no lo sabe! Pues, si fuera consciente de su obra, no podría expresarse con la fresca sorpresa de su maravillosa y divina improvisación.

Miguel Ángel, máximo dios del arte, es el ejemplo más veraz del genio que es superado por su propio genio, y es que su creatividad era tan desproporcionada que nunca encontró la paz, lo cual le llevaba a estar por siempre insatisfecho, pues el genio es, en sí, castigado por su propia creatividad. En su mastodóntica obra del Juicio Final en la Capilla Sixtina, vemos cómo él mismo se pintó desollado en vida en el pellejo martirizado de San Bartolomé, quien se muestra blandiendo el cuchillo con el que hubo de padecer tal suplicio. Con ello, Miguel Ángel nos grita con sentido significado, su martirio de cruda insatisfacción. Sólo los genios saben sufrirse a sí mismos, universos tortuosos.