PAN Y CIRCO

Alegrías y miserias

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Coincide el merecido ascenso del Xerez a Primera, un hito en su historia, con el brutal crecimiento demográfico de la población jerezana, que ya es la quinta de Andalucía y la 26ª en el ránking estatal. Todo resulta exagerado en una ciudad que se expande con la misma facilidad que muchos de sus jóvenes -sin rumbo y ajenos a la disciplina familiar- han convertido los barrios en cloacas donde el ruido es la marca de la casa y la policía local brilla por su ausencia. En lo deportivo, nada que objetar a la inmaculada trayectoria del equipo de Esteban. Salvo algún desliz en Chapín, lleva meses postulándose como digno merecedor de una de las tres plazas que conducen a la gloria; lo que resulta casi milagroso para una sociedad deportiva que ha tenido la desgracia de padecer a bultos sospechosos que han venido a lucir su pelo engominado para servirse y luego dejar sus arcas llenas de telarañas. Ya en los tiempos de Schuster se pudo ver que una cosa eran los desmanes de la clase directiva y otra bien distinta los resultados sobre el terreno. Para aderezar el asunto, el destino ha querido que coincidan el tiempo -que no en categoría- los ascensos de Xerez y Cádiz; vecinos, pero cuyas aficiones se odian más que los batasunos a la rojigualda. En el fútbol del siglo XXI, deudor de esos mismos jóvenes que hacen del estadio un ghetto donde doparse porque el resultado les da igual, no hay sitio para la cordura y está muy mal visto que un hincha amarillo aplauda los logros de un azulino y viceversa. Que los clubes jerezano y gaditano suban un peldaño es una gratificante inyección económica para esta pobre provincia; el rincón europeo con más paro, pero donde mejor se vive aunque -visto el nulo afecto que se confiesan ambos bandos- también es un alivio que sigan caminos separados para que la ciudadanía decente (especie en peligro de extinción) no pase vergüenza ajena.