Editorial

Calma sanitaria

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E l anuncio ayer, tras la reunión de la ministra de Sanidad y los representantes de las comunidades autónomas, de que España dispondrá en otoño de la vacuna de la nueva gripe A tiene la virtualidad de trasladar un mensaje de tranquilidad sobre la evolución de la enfermedad, sobre todo después de que la OMS haya ensombrecido sus pronósticos sobre el virus ante los contagios continuados que se están produciendo en países como el nuestro. El acuerdo para que Sanidad negocie con las farmacéuticas una compra «centralizada» de las dosis que se precisen y para someter los detalles de la campaña de vacunación a los criterios de la Comisión de Salud Pública y de la OMS proyecta una necesaria imagen de coordinación institucional, al tiempo que sitúa el problema en un terreno estrictamente sanitario. Ambas cosas deben servir para evaluar en sus justas dimensiones el riesgo que puede suponer la nueva gripe, después de polémicas desmedidas como las generadas en torno al brote gripal detectado en el cuartel de Hoyo de Manzanares y de la inquietud que ha suscitado en Madrid la extensión a algunos centros escolares.

Las incógnitas que aún rodean al virus, su variada casuística, su potencial impacto en países con endebles sistema sanitarios y el hecho de que, a tenor de los fallecimientos contabilizados hasta ahora en el mundo, la enfermedad pueda ser mortal no necesariamente en grupos de riesgo aconsejan mantener el rigor tanto en la reacción médica ante los contagios como a la hora de prevenirlos. La fórmula más efectiva para evitar el alarmismo sigue siendo la de mantener bajo control la infección. Pero aunque España avance hacia una posible propagación indiscriminada de la gripe y ello constituya un motivo de inquietud para la OMS ante el riesgo de una pandemia global, ni la cifra de pacientes diagnosticados hasta ahora en nuestro país ni las consecuencias sintomáticas que han presentado justificarían que se desbordara la preocupación y los límites razonables de la asistencia sanitaria. El levantamiento definitivo por parte de Rusia de las exageradas restricciones impuestas a las exportaciones españolas de porcino difumina uno de los peligros paralelos de la epidemia, la incidencia en unas economías en crisis que se ha hecho especialmente patente para México, foco principal del virus.