Button celebra el triunfo junto a Barrichello, Raikkonen y la familia Grimaldi. / AFP
Deportes/Motor

Button anula la emoción

Quinto triunfo de seis posibles para el inglés de Brawn, que se pasea a sus anchas por Mónaco Un Raikkonen vulgar estrena el casillero de podios para Ferrari, y Alonso acaba séptimo

| ENVIADO ESPECIAL. MÓNACO Actualizado: Guardar
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Una encuesta entre aficionados británicos publicada en la Prensa inglesa hace unos meses catalogó al Gran Premio de Mónaco como la primera maravilla del mundo del deporte. Unos votos por encima de emblemas como el Santiago Bernabéu, el estadio olímpico de Pekín o el campo de cricket de Melbourne, la carrera de Fórmula 1 fue elevada por el mundo anglófilo al pedestal del monumento número uno. Un magnetismo comprensible que seduce incluso a los recalcitrantes enemigos del motor, que son legión. Mónaco hechiza por cada poro del fin de semana: la elegancia de sus gentes, la singularidad de un trazado urbano abierto al público cuando no hay competición, el puerto y los yates, la montaña al fondo, la noria de vehículos deslumbrantes. El estilo riviera, plasmado en una carrera de monoplazas. Mónaco permanece desde 1950 y parece un tótem indestructible, pese a todo. Pese al intratable comportamiento de los coches Brawn. Pese a que Jenson Button -cinco victorias de seis posibles- ha anulado la emoción.

Además de los propios de su estatus, los miembros de la familia Grimaldi disfrutan de unos cuantos privilegios más en este fin de semana. Y por cuestiones geográficas, de uno por encima de todos. Una visión espectacular, íntegra del trazado monegasco desde su atalaya en la parte alta del Principado. Desde la salida en el Boulevard, a la curva de la iglesia de Santa Devota, la subida a la imponente plaza del Casino, el giro a derechas en el Hotel Mirabeau, el bucle de 180 grados del Gran Hotel, el túnel, la 'chicane' de entrada al puerto, el colosal paisaje de los yates, la piscina y el garito de la Rascasse antes del 'pit lane' y la meta. El mirador desde la zona antigua de Mónaco representa la esencia de este Gran Premio.

La policía local conquista ese balcón inigualable y cierra la carretera al público por un motivo obvio: cualquiera podría tener una visión sin comparación respecto a los espectadores que abonan un dineral por una buena tribuna, en la que sólo se ve una curva o un tramo de asfalto.

Lo que vio la familia Grimaldi y todo el mundo fue un monólogo interpretado por el equipo Brawn. La duda natural sobre el predominio del coche o el piloto se disipó con el resultado en Montecarlo. Otro doblete de los increíbles chicos Brawn (Button y Barrichello), el tercero de la temporada.

Accidentes

Desde la salida, con Raikkonen empanado a bordo del Ferrari, Brawn decretó sentencia. Button se escapó -ahora parece que todo lo hace bien, salir, conducir, pensar, parar- y Barrichello superó al finlandés. La continuación de las 78 vueltas fue una sinfonía de bostezos, en espera de que ocurriera algo. Las imágenes de Mónaco siempre son agradecidas para las pupilas, pero sobre la pista no hubo nada que llevarse a la boca.

Dos accidentes -de Vettel y Kovalainen- impulsaron a Fernando Alonso de la novena posición a la séptima. El diagnóstico es el mismo en seis carreras: el Renault es el octavo o noveno coche de la parrilla. Brawn, inabordable, Red Bull, siempre sólido, y ahora, por presupuesto, Ferrari y también McLaren.

Y a estas alturas, con Button escopetado -le saca 28 puntos al tercero, Vettel-, Bernie Ecclestone debe estar agradeciendo al clamor popular que no prosperase su idea del sistema de ganador del Mundial por triunfos. De lo contrario, Button estaría a punto de cantar victoria cuando ni siquiera se ha llegado al ecuador de la temporada.