TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

Teófila martínez contra el cambio climático

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Ahora resulta que la pérdida de 600 plazas de aparcamiento en el estacionamiento de Santa Bárbara, en la capital gaditana, no obedece a una imprevisión municipal sino a una decidida apuesta de lucha contra la contaminación por CO2, esto es, contra el cambio climático y el efecto invernadero: «Algunas personas se quejarán porque tendrán otro coche más; tendrían uno y ahora tienen dos, se habrán acostumbrado, pero como no hagamos el aparcamiento, tendremos el problema toda la vida», aseguró en rueda de prensa la alcaldesa Teófila Martínez, que parece haberse convertido abiertamente a la causa ecologista de Al Gore.

Algo tan serio como el diseño futuro del casco histórico de Cádiz se convierte, por arte de birlibirloque, en una de las típicas peleas en broma de Juanito Valderrama y Dolores Abril a la que a menudo nos invitan nuestros munícipes. Un fandango kafkiano si se tiene en cuenta que en el último debate plenario, quien actualmente ejerce el poder municipal culpa a la oposición de lo ocurrido nada más y nada menos que en 1995, cuando Rafael Román era Miembro de la Delegación Parlamentaria Española al Consejo de Europa y la Unión Europea Occidental. «Que buscar plazas de aparcamientos en Cádiz no es tarea fácil lo sabemos todos pero culpar a la oposición de ello es jugar en política con cartas marcadas y eso es lo que continuamente denunciamos en los Plenos del Ayuntamiento, que el PP los convierte en sesiones de control de la oposición en lugar de lo que constitucional y legalmente son: un órgano de control del equipo de Gobierno», protesta el socialista diríase que con más razón que un santo si no fuera por su probado laicismo.

Y es que -ambos se equivocan- el debate no estriba en qué pasará a partir de ahora con la Juventud de Trille que fue quien asumió la tutela de Santa Bárbara en su día, en el contexto de un proceso de inserción social; ni qué pasó con Varcárcel ni qué puede ocurrir con Puerto América o con los estacionamientos de Adif, vulgo RENFE. La controversia tendría que centrarse en qué modelo de casco histórico queremos. En Cádiz, escalda más que el agua al gato la palabra peatonalización. Y alguna vez habrá que ampliar la veda automovilística más allá de lo que hoy se permite, si queremos seguir el modelo europeo en vigor y que empieza a ser asumido progresivamente en Andalucía, desde la capital sevillana a ciudades gobernadas por el Partido Popular, como Granada -donde las restricciones automovilísticas son considerables- a Málaga. ¿Qué es impopular? Según y como. Lo que habría que buscar es un transporte público más eficaz y de última generación, así como suficientes plazas de aparcamiento a precios razonables fuera de intramuros. No se trata de inventar nada que ya no exista.

El modelo de restricción de tráfico que quiere aplicar Alfredo Sánchez Monteseirín en Sevilla y el que aplica José Torres Hurtado en Granada, se parece en cierta medida al que está vigente en Londres desde el año 2000, aunque en la capital del Reino Unido el alcalde Ken Livingstone llegó a establecer un peaje de entrada a vehículos de lunes a viernes en horario laboral, lo que ha reducido la circulación en un 21 por ciento, incrementando el uso del autobús en un 40 por ciento y de la bicicleta en un 80 por ciento: ¿por qué no se toma en serio Cádiz la habilitación de un servicio público de alquiler de bicicletas como el que funciona en Sevilla con notable éxito?. El Ayuntamiento de Valencia pretende seguir los pasos del de Málaga en cuanto a la utilización de coches eléctricos para labores de carga y descarga en el casco histórico. Hoy por hoy, los grandes debates de este tipo de ciudades, a escala europea, no pasan por donde almacenamos los automóviles, sino cómo protegemos el entorno y arbitramos soluciones inteligentes para la movilidad de sus ciudadanos. Se trata de profundizar en las peatonalizaciones de los centros urbanos, el aprovechamiento de las plazas existentes, la racionalización de las zonas de carga y descarga e incluso la modificación de zonas azules. Se trata, como en tantos otros frentes de la vida cotidiana, de hacer encaje de bolillos conciliando intereses. Esto es, los de favorecer la movilidad peatonal garantizando la seguridad de vehículos y personas así como la protección eficaz de las zonas históricas y culturales especialmente vulnerables al deterioro causado por el tráfico rodado, al tiempo que se pretenda fomentar el uso comercial y de ocio de ese área. Y lo escribe alguien que tiene casa en el centro de Cádiz y que, por lo tanto, se ve profundamente afectado por el cierre de Santa Bárbara.