Niños hacen cola para recibir comida. / AP
MUNDO

La ofensiva de Pakistán certifica su lucha contra el terrorismo

Muere en los bombardeos el mediador entre el Gobierno de Islamabad y las milicias talibanes 500.000 personas huyen apresuradamente de sus casas ante la proximidad de los combates

| TEHERÁN Actualizado: Guardar
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Tropas y más tropas abandonan sus cuarteles en dirección noroeste de Pakistán. En el camino se cruzan con los miles de civiles que huyen de los combates que por cuarto día enfrentan al Ejército con los talibanes en la división de Malakand de la provincia paquistaní de la Frontera del Noroeste -NWFP, por sus siglas en inglés-.

La ciudad de Mingora, capital del distrito de Swat, es la auténtica línea del frente en la que la Infantería, con cobertura aérea de aviones y helicópteros, trata de acabar con la resistencia de unos militantes que ayer mataron a diez soldados e hirieron a otros nueve, según los datos del Ministerio de Defensa. Junto a Swat, el distrito de Búner, situado a cien kilómetros de Islamabad y cuya toma por parte de los talibanes supuso un verdadero punto de inflexión, también registró violentos enfrentamientos una jornada más.

Los civiles no tienen más remedio que desafiar el toque de queda impuesto por las autoridades y salen de sus casas en dirección a los campos de refugiados que se están habilitando en los alrededores de Peshawar, ciudad más importante de la provincia. El Comité Internacional de la Cruz Roja alertó del riesgo de «crisis humanitaria» y cifró en «más de medio millón» el número de desplazados por los combates.

Los testimonios de los supervivientes hablan a los medios locales de una ciudad de Mingora «en manos de los talibanes, que cavan trincheras y minan las carreteras, sin agua ni luz». Cuarenta mil personas han huido en las últimas horas. La primera gran ofensiva se centró en la toma de las minas de esmeraldas de Shahdara y, según fuentes de Defensa, las fuerzas de Islamabad lograron hacerse con el control de esta posición estratégica.

Lucha antiterrorista

La tregua entre Islamabad y los talibanes en el valle de Swat ha durado tres meses y su ruptura coincidió con la cumbre de Washington entre Barack Obama, Asif Zardari y Hamid Karzai. Esta operación da fe del compromiso de las autoridades de Islamabad en su lucha contra el terrorismo, la principal exigencia formulada por Obama desde que tomara posesión de su cargo. «El Ejército tiene en sus manos la posibilidad de demostrar al mundo nuestra lucha sincera frente al terrorismo», declaró a Al Jazeera el director del Centro para la Investigación de Estudios sobre Seguridad, Imtiaz Gul. En un país que, como han demostrado sus 62 años de historia, son realmente los militares quienes tienen la capacidad de tomar decisiones, todas las miradas estuvieron puestas en el mensaje a la nación del general Ashfaq Parvez Kayani, sucesor en el cargo de Pervez Musharraf, quien pidió «armonía y unidad» para derrotar al extremismo.

El final del alto el fuego también quedó plasmado sobre el terreno con la muerte en uno de los bombardeos de Kifyatullah, hijo de Sufi Mohamed, influyente líder local que se había encargado de la mediación en las conversaciones entre fundamentalistas e Islamabad.