PAN Y CIRCO

Bendita rutina

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Ser el mejor del mundo en algo difícilmente cansa, a pesar de que hayas pasado en casa apenas 10 días de los que más de 120 que llevamos en este 2009. Ayer, Rafalet Nadal ha mostrado cansancio y no físico, sino mental, porque, según él, la gente ha convertido en normal lo que es algo excepcional. «Algunos me creen imbatible y desilusiona un poco descubrir que cuando ganas un torneo la gente lo considera normal».

Bendito problema tiene el numerísimo uno del mundo, que nos ha malacostumbrado a todos sus seguidores, que cuando vemos un partido suyo ya no pensamos si ganará o perderá, sino si el rival será capaz de hacerle un set.

A pesar del impresionante momento de forma del campeón (en los tres últimos domingos ha ganado por quinta vez consecutiva en Montecarlo y Barcelona y por cuarta vez en cinco años en Roma) y a pesar de que en principio sería una locura criticarle, estas declaraciones huelen a algo más. Su entorno le protege de manera sobresaliente, y máxime ahora que es cuando más lo necesita: es imposible sentarse un rato a ver la tele y no escuchar una noticia suya en la que le denominen el mejor deportista español de la historia o ver un anuncio de las muchas marcas que le han elegido como imagen. Teniendo 22 años, varias biografías en el mercado, una fundación y una legion de fans que ya la quisiera yo para mí, finalmente jugará en Madrid dentro de una semana, sacrificando su preparación para Roland Garros por un torneo que en principio estaba hecho a medida para él y que con el tiempo se ha convertido en un compromiso. Bendito compromiso en el que se reparten ocho millones de euros en premios. Así yo tampoco me canso de ganar, y la rutina, por supuesto, es menos rutina.