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Bote de humo

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Las noticias que nos llegan a través de los medios de comunicación son preocupantes: guerras civiles en Africa y Asia, atentados suicidas, muertes de niños por falta de alimentos o agua, enfermedades curables que no son tratadas en países pobres por carecer de recursos económicos, el desempleo occidental galopante, familias que no pueden pagar la hipoteca de la casa, crisis económica desgarradora, o la gripe porcina y el incremento de las enfermedades de transmisión sexual y el SIDA.

No todo lo que ocurre en el mundo y en la historia es malo ni desastroso. Además, con nuestra pequeña participación podemos conseguir que muchas cosas pequeñas cambien, empezando cada uno por sí mismo, y luego intentando influir en círculos concéntricos cada vez más amplios, que alegren la vida en nuestra familia, amigos, trabajo y sociedad.

Tantos botes de humo envenenado sólo consiguen que nos sintamos peor, y que nos quedemos paralizados e inermes frente a todo lo que dicen que se nos viene encima, y ante lo cuál –insisten- no podemos hacer nada, porque es una situación global.

Entiendo que los botes de humo informativos existen y tienen una determinada intencionalidad sociológica, de cara a moldear el perfil actual y futuro de la persona y la sociedad, y de modular y conducir la capacidad de respuesta individual y colectiva ante lo adverso. Estoy convencido de que la persona y la familia son los reductos inexpugnables, majestuosos y resistentes a los que ninguna tempestad podrá derribar, por muy fuerte que sea. Isidoro Cobo. Cádiz