Sociedad

Los dibujos de Inma Naranjo iluminan 'Las amistades peligrosas'

La ilustradora gaditana ha aportado frescura al oscuro texto del siglo XVIII

| MADRID Actualizado: Guardar
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Reeditar un clásico de la literatura, ilustrado por un artista joven que trabaje como «coautor», con total libertad es el caso de Las amistades peligrosas, obra aderezada por las láminas de Inma Naranjo con las que ha dotado de «luminosidad» a un texto tan oscuro como éste del siglo XVIII.

Esta edición forma parte de una serie que publica Galaxia Gütenberg, (Círculo de Lectores) y para la que su editora, María Rodríguez, buscó a Inma Naranjo tras haber visto sus ilustraciones en un diario nacional. «La descubrí, la busqué y la convencí», apunta Rodríguez, quien quería «quitar las connotaciones oscuras de este texto y darle un aire fresco». « Inma pinta al óleo en tabla y dibuja un universo compuesto por hombres y mujeres en espacios solitarios», apunta Rodríguez quien incide en su objetivo de que esta obra «no fuera oscura». La ilustradora presenta 34 ilustraciones que se muestran en una exposición en el Círculo de Lectores abierta hasta el 16 de mayo, y en ellas se descubre cómo la autora ha querido quitar cualquier connotación histórica al entender que «siempre ha habido y habrá grandes manipuladores que arrastran a la gente, y en muchos terrenos, no sólo el sentimental».

Pierre Choderlos de Laclos nació en 1741 y publicó «Las amistades peligrosas» en 1782, a las puertas de la Revolución Francesa. Fue el tedio lo que llevó a este militar sin guerras donde pelear a dedicarse a la escritura.

Las amistades peligrosas tuvo un éxito arrollador y se convirtió en la «novela licenciosa» del momento y Laclos pasó a ser considerado durante mucho tiempo un provocador a la altura del Marqués de Sade. Durante el siglo XIX, el libro pasó por una época silenciosa, rota por la explosión del XX, cuando fue llevada al cine en la exitosa película de Stephen Frears, del mismo título; y la de Milos Forman en Valmont.

«Se ha cumplido lo que Laclos pretendía con su obra: 'Que retumbe la Tierra cuando yo me haya ido'», apunta María Rodríguez, quien admira este libro epistolar con quien se encontró el editor Ferrater en el siglo XIX, era una traducción anónima fechada en París.