Editorial

Precios de riesgo

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L a confirmación de que el IPC se ha situado por primera vez en tasas negativas -un -0,1% en marzo con respecto al mismo mes del año anterior- y la aparición del mismo fenómeno en EE UU, con una caída inédita en el último medio siglo, acredita que los precios se han adentrado en un terreno de riesgo, con independencia de que la amenaza termine desembocando o no en la temible deflación. La responsabilidad que tiene en ese acusado descenso el desplome del barril de petróleo, muy sensible para los países con fuerte dependencia energética, explica por qué la inflación se ha recortado en España de manera tan rápida desde hace apenas doce meses. Pero la relevancia que ha adquirido sobre el índice general el precio del crudo dificulta la evaluación certera de la amenaza que puede representar el brusco recorte del IPC. Es decir, si el peligro logrará conjurarse con el mero incremento de la factura del petróleo, para el que la OPEP vaticinó ayer presiones a la baja en los próximos meses por la continuidad de la crisis global. Es cierto que los precios subieron en marzo dos décimas con respecto a febrero y que la inflación subyacente, que excluye la energía y los alimentos no elaborados, se situó en el 1,3%; pero ambos registros se han moderado considerablemente con respecto a los indicadores precedentes. Junto a ello, el tradicional diferencial inflacionista de nuestro país con respecto al promedio de la UE, ahora diluido por la bajada del IPC, supone un déficit que, paradójicamente, aminora el riesgo de que entremos en un ciclo deflacionista. Pero la confianza en que las circunstancias no acaben llevando a un escenario que resultaría letal por la combinación de descalabro en el consumo y en la actividad, o bien en que los peores momentos de la crisis empiecen a llegar a su fin, no debe anteponerse a la cruda realidad de las estadísticas; y tampoco a la evidencia de que la caída de los precios tanto en España como en EE UU se ha producido antes de lo previsto. Una de las enseñanzas de una crisis tan endiablada como ésta es que no conviene trivializar ni los datos negativos, ni los que pueden interpretarse como positivos pero que esconden sombras de inquietud.