Sociedad

¿Leyenda o realidad?

La Historia es una asignatura en constante revisión y con diferentes puntos de vista. Lo que para unos es un hecho indiscutible para otros esconde algo más

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La Historia atribuye a Cristóbal Colón el gran honor de ser el descubridor del Nuevo Mundo. Aquel marinero convenció a los Reyes Católicos para embarcarse en la aventura de alcanzar las Indias a través de una nueva ruta marítima: cruzando el Atlántico. Por el camino, sin embargo, se tropezó con una tierra desconocida, América. Así lo atestiguan los libros, lo memorizan los estudiantes de todo el mundo y el país lo celebra el 12 de octubre con el día de la Hispanidad. Pero, ¿es tal y como se relata o hay algo más? En este punto, la Historia ortodoxa choca con ciertas investigaciones que ofrecen una interpretación diferente de los hechos.

«La Historia es una asignatura en continua revisión, no hay que relajarse nunca», asegura el escritor e investigador Javier Sierra. Y no existe un único punto de vista. Esa es su riqueza y su misterio. Muchos son los asuntos de otros tiempos que suscitan diversas hipótesis entre los expertos y las creencias asumidas que los amantes de la Historia desmontan.

EL NUEVO MUNDO

¿Colón fue el primero en llegar a América?

La inmensa mayoría de los historiadores parecen coincidir en un punto: Cristóbal Colón no fue el primer occidental en pisar América. De hecho, existen pruebas de que allá por el año 1000 los vikingos establecieron un pequeño poblado en Terranova, una gran isla en la costa nordeste de Norteamérica. «Pero la cuestión no es quién fue el primero, sino desde cuándo tenemos conciencia de que existe América, y ese mérito lo tiene Colón», señala el profesor de Historia Medieval de la Universidad de Málaga Ángel Galán. No hay duda, pues, de que fue Colón quien abrió al mundo aquellas tierras. El modo en que lo hizo es lo que genera controversias.

Para un sector, el marino genovés sabía de buena tinta que sus tres carabelas no se dirigían hacia las Indias tras zarpar del puerto de Palos (Huelva). Así lo mantiene el investigador y escritor Javier Sierra en su último libro, La ruta prohibida. Y otros enigmas de la Historia. Sierra justifica su hipótesis en pruebas que recoge, entre otros lugares, en Estambul y Roma.

Uno de los misterios que rodean a Colón se conserva en la capital turca: es el mapa de Piri Reis, un atlas fechado en 1513 pese a que marca el recorrido del río Amazonas, desconocido hasta cien años después. No es la única incógnita: Piri Reis incorporó un texto junto a la actual Cuba en el que asegura que «estas costas reciben el nombre de playas de las Antillas. Fueron descubiertas en el año 890 del calendario árabe, y se cuenta que un genovés infiel, de nombre Qulünbü (Colón), fue quien halló estos lugares». Año 890 del calendario árabe: es decir, 1485 de la era cristiana, siete años antes de la fecha oficial del descubrimiento. ¿Pudo Colón viajar antes a ese lugar? Según Ruggero Marino, autor de Cristóbal Colón, el último de los templarios, el marinero desapareció durante un año, precisamente en 1485, de la corte del rey Juan II de Portugal tras una traición del monarca. Nada se supo de él hasta que en 1486 pedía la colaboración de los Reyes Católicos.

Colón podía conocer, entonces, qué había al otro lado del charco antes de avistar tierra el 12 de octubre de 1492. Y los monarcas de Castilla y Aragón, también. Por eso, mantiene Sierra, en las Capitulaciones de Santa Fe firmadas entre el marinero y los reyes antes del viaje, se establecen los derechos sobre las tierras descubiertas, «en presente y afirmativo». Para el profesor de Historia Medieval de la Universidad Complutense Óscar Villarroel y la doctora y profesora de Historia Moderna de la UMA María Isabel Pérez de Colosía, la explicación es otra: era de suponer que en una nueva ruta hacia las Indias se toparían con tierras desconocidas y cerraron todos los flecos; era un documento habitual ante una misión.

Pero otro anacronismo descubierto por Sierra en Roma también levanta sus sospechas. El monumento funerario de Inocencio VIII en la basílica de San Pedro incluye la inscripción «Novi orbis suo aevo inventi gloria» («Suya es la gloria del descubrimiento del Nuevo Mundo»). Nada extraño si no fuera porque el Papa falleció una semana antes de que Colón tomara rumbo a lo desconocido. Lo curioso de esta historia es, según Sierra, que quien oficialmente fue el verdadero Papa del descubrimiento, Alejandro VI, permitiera esa frase. «Es como si lo supiera o asumiera», asegura.

Y si Colón sabía lo que se escondía allende los mares, ¿por qué tenía esa información? Aquí se bifurcan de nuevo las hipótesis: hay quien defiende que los templarios ya hicieron ese recorrido, otros mencionan a Alfonso Sánchez de Huelva. Una escultura le recuerda en la ciudad onubense y la leyenda cuenta que una tormenta le arrastró hasta lo que hoy podía ser Santo Domingo y que, de regreso a la ruta, un nuevo temporal le llevó a las costas de Porto Santo, donde residía Colón. Moribundo, le confesaría al genovés lo que había visto. No existe, sin embargo, ninguna prueba que lo atestigüe.

Para la Historia ortodoxa, la realidad es menos misteriosa y el trascendental hallazgo se debe a un «error geográfico de Colón, un mal cálculo del meridiano». Pensaba que el diámetro Tierra era más estrecho de lo que resultó ser, y por ello apostó por esa nueva ruta para llegar a la Indias. «Según sus datos, donde estaba América deberían estar las Indias y creyó que había llegado», defiende Pérez de Colosía.

LA EDAD MEDIA

¿Existió el terror del año mil?

Hambrunas, epidemias malditas, desastres naturales... Se dice que todas estas catástrofes extendieron el terror apocalíptico entre la población del año 999 d.C., que creía que el fin del mundo estaba a la vuelta del milenio. Parece probado que existía la creencia generalizada, propiciada por el cristianismo, de que el Juicio Final se acercaba. El arte de la época así lo refleja. Pero muchos historiadores defienden que nada lo relaciona con el año 1000, «es una conciencia que se da a lo largo de toda la alta Edad Media», asegura Villarroel. «La idea del milenio en el que iba a reinar Cristo era una figura metafórica, nada tenía que ver con la división del año», añade Galán.

Para el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza José Luis Corral, «los terrores del año mil son una manipulación absolutamente romántica del siglo XIX». Según el experto, no existe ni un solo documento de la época que refleje revueltas sociales, alteraciones políticas o acontecimientos extraordinarios entre diciembre de 999 y enero del año 1000. «Ni la gente salió a la calle despavorida, ni vendieron sus casas... Es un invento posterior, fomentado por movimientos milenaristas», dice.

Algunos investigadores sostienen que ese pavor milenario es difícilmente creíble porque, entre otras cosas, en aquel entonces gran parte de la población no «tenía ni la más remota idea» del año en que vivía, aunque otros expertos rebaten esta idea. Por otro lado, el año mil en la cristiandad se correspondía con el siglo V en el mundo musulmán, mientras que en la Península Ibérica se empleaba entonces el calendario hispánico, con un desfase de 38 años, fijado tras la pacificación definitiva por parte de los romanos.

ÉPOCA MODERNA

¿Fue tan activa la Inquisición española?

Forma parte de la leyenda negra de España. Durante siglos, la Península fue considerada por el resto de Europa como símbolo de barbarie, represión y brutalidad religiosa, cuyos máximos ejemplos eran la Inquisición y Felipe II, conocido como el demonio del mediodía. Puede que el monarca no fuera un ángel, ni el Tribunal del Santo Oficio una institución inocente, pero algunos investigadores sostienen que la mala fama no es del todo merecida.

«La Inquisición española mató en toda su historia a menos personas que la caza de brujas en Alemania en un siglo», señala el historiador José Luis Corral. En esta línea, Pérez de Colosía sostiene que fueron muchos más los que cayeron en España bajo la espada de la justicia civil que bajo la inquisitorial.

En primer lugar, hay que distinguir entre la Inquisición medieval europea y la española instaurada en época moderna por Fernando el Católico. Su funcionamiento era muy diferente. «Antes de quemar a alguien en la hoguera en España, se lo pensaban mucho; pero en Alemania o Suecia había matanzas brutales», mantiene Galán. Una acusación de brujería bastaba para que la Inquisición europea actuara: bajo crueles torturas se inducía la confesión, prueba irrefutable para la condena. En España, sin embargo, el Santo Oficio seguía un estricto proceso conforme al derecho canónico -con un tribunal y un abogado defensor, entre otras figuras- en el que la simple denuncia no era suficiente y la tortura no era práctica sistemática.

¿Por qué, entonces, esa imagen? Todo podría responder al éxito de una campaña propagandística puesta en marcha en el norte de Europa. «Fue una manipulación de los holandeses y los británicos en el siglo XVI para desprestigiar la política religiosa de Felipe II», apunta Corral. Felipe II contrajo nupcias con María de Inglaterra (María Tudor) y durante cuatro años reinó en aquel país. Al morir su esposa sin descendiente, ascendió al trono Isabel I (hija de Enrique VIII y Ana Bolena), quien se enfrentó al legado católico instaurado por Felipe II y estableció una iglesia protestante independiente a Roma. Junto a sus aliados holandeses, inició una maniobra de descrédito contra el anterior monarca. Además, como recuerdan los historiadores, España era entonces la primera potencia y «había que atacar al poder».