MAR DE LEVA

El paripé

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Lo dijo el otro día Iñaki Gabilondo en una de sus homilías televisivas. Y uno, que siempre escucha estas cosas con un ojo puesto en la ensalada y el otro en el mando a distancia para controlar cuándo empieza la película en la otra cadena, se quedó un momento así aturdido, por la agudeza de la reflexión, en medio de un rapapolvo a los políticos en general, por aquello de las grescas inútiles de continuo que sólo sirven para asegurarles, a unos y a otros, el chiringuito: «La última preocupación de los españoles es quién va a ganar las próximas elecciones».

Obi-Wan nunca dijo esta gran verdad. Porque a usted y a mí, señora mía, lo que nos preocupa de verdad es las facturas acumuladas (eso que se llamaban «trampas» y que me temo que ya no está en nuestro vocabulario de uso), el futuro de nuestros hijos, o a qué colegio nos dejarán matricularlos ya que hay gente que se queda sin poder elegir en una ciudad donde todo está a tres pasos, o cómo nos afectarán los ERES, que es la forma eufemística de decir que a más de uno lo mandan para más pallá de aquello que rima con badajo.

La política se descubre cada vez más como esa profesión dedicada a desvelar las vergüenzas del contrario mientras me niego a admitir que, como el rey del cuento, yo también voy en pelotas por la vida. Son una casta aparte, como también lo son desde hace tiempo los famosos (los de verdad, esos a quienes la gente que trabaja a su sueldo no les puede mirar directamente a los ojos ni hablarles si antes no se les habla), o los prebostes de esto de la economía liberalísima a quienes con nuestro dinero se les rebajan los ibors y demás cosas que luego no repercuten en lo nuestro.

Estamos separados, quién dijo que no había clases, por murallas supuestamente invisibles que nos colocan a un lado y a otro, a la gente de a pie y a la gente que usa jets y helicópteros, que ya sabemos que huelen muy mal los caballos de antaño. Nos dejan ver el escaparate, hacen el show de pelearse ante las cámaras aunque luego sabemos que todos son amigos, parientes, conocedores de escándalos mutuos que esperan al momento adecuado para sacar a la luz. Lo que nos ofrecen no son soluciones: son un show mediático de continuo. A veces las diferencias son un paripé: si hoy gobierno soy pro-intervención militar, si gobiernas tú soy partidario de la paz y lo estás haciendo muy mal, macho. A veces las diferencias son de verdad, creo, y seguimos siendo los paganinis los que cargamos con las consecuencias.

Y yo insisto diciendo que cobran para buscar soluciones, para hacer la vida más feliz y más cómoda al ciudadano, no para esquilmarlos. Y que su oficio es la negociación, y la búsqueda de acuerdos, y el encuentro. Ni flores, claro. A nadie le interesa que el otro lo haga bien, porque entonces el otro se puede perpetuar en el chollo. Se dejan las cosas, pues, como estaban. Cada uno a su papel asignado. Sólo los muy marginales en el espectro político pueden pedir lo imposible y decir verdades como puño o, también la mayoría de las veces, verdades de Perogrullo.

Se hacen las cosas atendiendo al titular, imagino que por tenernos entretenidos mientras esto de la vida sigue adelante. Ya lo interpretarán todo los historiadores y dirán que lo tenían perfectamente planeado o buscarán causas a lo que no es más que pura serendipia, o sea, casualidad.

Ya ven, yo les quería hablar hoy de lo absurdo de iniciar un puente sin que se tenga claro dónde va a parar, ni cómo desembocará el tráfico, o cómo afectará a los vecinos (y el grandísimo centro comercial de la zona), y al final me puede el mosqueo porque esta gente, de verdad, no se quiere enterar de que tienen primero que planificar entre todos antes de poner manos a la nómina.