MIRADAS AL ALMA

darle vida al tiempo

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El reloj del tiempo sigue su curso, nos guste o no. No podemos pararlo, aunque algunas sensaciones parezcan retenerlos. Por ello, no debemos dejar pasar los minutos muertos. Al tiempo que se nos ha dado debemos darle vida, no muerte; pues ésta, cuando llegue, no nos dará opción. No valen excusas ni resentimientos ni depresiones a las que acercarse; la vida debe ser vivida a toda costa, y no dejarla morir lentamente. No hace mucho, un buen señor y amigo de la familia, en su triste lecho de muerte, me dijo: «Hay que mantener la elegancia en la vida hasta el final hasta el final». Su voz ya trémula y apagada, fue como una afirmación ante la estúpida pérdida de tiempo. Sí, merece la pena vivir la vida, y más aún sentirla para hacerla más viva, pero con elegancia. Eso, la elegancia que este buen amigo me susurró, era la dignidad, el respeto, la cordura y hasta la idiosincrasia de uno mismo, pues vivir la vida siendo indigno y no elegante es como desvivirla matarla. La vida y vivirla, empieza con darle sentido y pasión a los pequeños detalles; un bonito atardecer por la playa de Zahara, un ilusionante amanecer en una terraza de Granada, un paseo sin reloj por la madrileña plaza de Oriente, un cerrar los ojos y mirar en claroscuro a los sueños, a lo que añoramos, a lo que amamos, a la ilusión. Sí, merece la vida nuestro interés, a pesar de todos los infortunios y los desastres que nos ocasione el destino.

Ahora vuelve la Semana Santa, ya no tan ilusionante como antaño, quizás menos emotiva, pues el progreso mata la esencia. Pero debemos volverla a mirar y ver a la representación de la vida de un hombre que dio la vida por nosotros. El hombre nos presenta su odisea y su martirio en la calle, en cartón piedra, con tambores y trompetas estridentes El hombre nos dice «¡Aquí lo tenéis!». El hombre desprecia la vida de Jesucristo en Semana Santa, pues su homenaje ciego es burla de la verdad. Lo único que me reconforta es que en su fondo, Jesucristo dio la vida por nosotros. ¿Quiénes somos nosotros para no vivirla?