NOSTÁLGICO. Puente de mando. / O.CH.
Ciudadanos

«Ese barco guarda mi niñez»

Nostálgicos, escolares y turistas son hoy por hoy los clientes habituales de la clásica embarcación

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Eduardo Peralta Herrera es uno de los portuenses que lloraría la desaparición del Vaporcito sinceramente porque «ya bastantes cosas tradicionales nos hemos cargado, todo ha ido extinguiéndose, y este barco es parte de El Puerto, y debería ser así siempre».

La reflexión de Eduardo es emotiva porque lleva cogiendo el Vapor toda la vida. «Mi abuela me llevaba cuando pequeñito en Vaporcito a ver a mis tías, cuando enfermaban, al Hospital de Mora y yo siempre estaba deseando embarcar; el viaje en mar y comprar burgaíllos cuando llegaba allí eran mi único pensamiento». Peralta es vigilante controlador de Diputación, en esta ocasión ha cogido el Vaporcito para hacer una gestión de trabajo en Cádiz. Se ha subido en el Vapor de las once de la mañana desde El Puerto para Cádiz, y ha regresado en la misma embarcación de las doce, apenas ha pasado 20 minutos en la capital. Y en el viaje de vuelta era el único viajero. «Me apena ver cómo esta tradición es cada vez menos sostenible económicamente». «Ese barco guarda mi niñez y si deja de navegar muchos portuenses perderán parte de sus recuerdos», enfatiza Peralta.

En el viaje de ida de este viajero fue acompañado por un grupo de escolares. Los alumnos de los diferentes centros educativos portuenses o gaditanos son la principal clientela del Vaporcito, al menos hasta que en verano llegan los turistas y el curso escolar concluye. Rocío Palma es profesora de uno de estos grupos, con ella viajan casi 90 alumnos y otros tres profesores. Son niños de 9, 10 y 11 años y están estudiando los medios de transporte. La docente confiesa que han elegido el Vaporcito simplemente «porque nos viene mejor el horario», pero resalta también que «es más típico y tradicional, forma parte de la cultura de la Bahía y sorprende que muchos niños no sepan de su existencia».

Los turistas, como Y de Gier, son también clientes habituales de la embarcación. «Una amiga de Jerez nos dijo que no podíamos regresar a Holanda sin haber paseado en Vaporcito», declara. El boca a boca y el cariño de los vecinos siguen siendo la mejor promoción del Vaporcito.