LA ROTONDA

El puente de la vergüenza

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Se imagina usted que un buen día sale del portal de su casa y justo delante le han construido un muro de tres metros? ¿Se imagina verse en su barrio, prácticamente aislado del resto de la ciudad? ¿Se imagina que, para colmo, su secuestro es fruto de la impericia de algún ingeniero y la vanidad de varios políticos? Pues esa papeleta es la que, de pronto, se han encontrado los vecinos de Astilleros y de la Barriada de la Paz. Obviamente, no están dispuestos a tolerarlo. Al menos sin mostrar su más enérgica oposición al proyecto presentado por el Ministerio de Fomento, que propone elevar tres metros, justo delante de sus casas, la rotonda de llegada del segundo puente.

Cuando las obras del viaducto ya superan el 25% de su ejecución (así lo dicen los carteles del Ayuntamiento de Cádiz), aún no tenemos ni idea de cómo va a acabar entrando el puentecito en la ciudad. Años, lustros, llevamos esperando a que se construya para contar con una vía alternativa al Carranza. Y cuando, con mucho más retraso del deseable, por fin empiezan a asomar sus pilares por las aguas de la Bahía, resulta que ni los ingenieros de Dragados, ni los técnicos de Fomento, ni por supuesto los políticos de PP y PSOE, saben qué es lo mejor: Si un subterráneo, si una rotonda elevada. Es increíble, pero tan cierto como que Teófila Martínez y Magdalena Álvarez no se soportan. Y claro, lo paga el vecino.

Resulta chocante, cuando no vergonzante, que la obra haya comenzado sin tener atado este pequeño detalle. En pleno siglo XXI somos capaces de empezar a construir la infraestructura más importante de la provincia sin saber cómo acabarla. Los romanos, hace dos mil años, construían puentes y acueductos con mayor previsión que lo hacemos hoy día. En plena Edad Media se hacían las cosas mejor que en la era de la tecnología y la modernidad. Y no creo que los egipcios comenzaran las pirámides sin saber cómo iban a terminarlas.

Políticos ineptos

Está claro que nos está tocando padecer a los políticos más ineptos de la historia. Su única preocupación es cómo se llamará y por supuesto, quién será el que quede como gran ejecutor del proyecto. O impulsor. Lo de hacer las cosas bien, con previsión, es secundario. A priori, al menos sobre el plano, el problema no parece de tan difícil solución. Una infraestructura de algo más de tres kilómetros de longitud. En medio, agua. Es evidente, hay que construir un puente. Y digo yo que habrá algún manual (lo mismo hasta en Google viene) que diga qué altura debe tener un puente que mida esa distancia para que no haya demasiada pendiente en uno y otro extremo. Pero claro, el problema llega cuando hay que atender otras cuestiones. A saber, Navantia quiere que sea más alto para que pasen sus barcos, además no sólo deben tener carriles para coches sino también para el tranvía. Muy bien, para eso están los ingenieros. Para solventar los problemas. Y sobre todo, para hacerlo antes de empezar a trabajar, no sea que luego sean insalvables o aislemos a diez mil vecinos.

En fin, es evidente que lo de las infraestructuras no es lo nuestro. Justo es reconocer que en los últimos años hemos avanzado bastante, pero aún queda mucho por hacer. Por nosotros, que padecemos el problema, y por la imagen que damos al exterior, que luego repercute en el turismo y en el desarrollo industrial.

Tercermundistas

Recuerdo perfectamente hace unos años, cuando vino a Cádiz la Vuelta Ciclista a España. José María García, entonces en la COPE, comenzaba su programa nocturno con un Buenas nochessss, saludossss cordialessss. Nos encontramos en Cádiz, adonde ha llegado hoy el pelotón de la Vuelta padeciendo unas carreteras tercermundistas. Mi primera reacción, indignado, fue pensar: «¿Qué dice el butano? ¿Cómo que tercermundistas las carreteras de Cádiz?». Aunque enseguida pensé: «No, tiene razón Don José María, son tercermundistas».

Por aquel entonces, la entrada a la ciudad desde Puerto Real era de un solo sentido, no existía la Jerez-Los Barrios, ni el desdoble de la N-340. Ahora la situación ha mejorado, pero insisto en que nos queda todo un mundo por recorrer. Esta misma semana se ha dado otro paso importante, con el inicio de las obras de desdoble de la carretera Rota-El Puerto. A ver si los responsables del asunto siguen apostando por Cádiz. O más que apostando, al menos acordándose. Y no sólo en lo que a carreteras se refiere. La llegada de la Alta Velocidad no puede demorarse ni un minuto más. Ya lo cantaba Titirimundi en los carnavales del 92, cuando a propósito de la Expo, a Sevilla se la dotó de las más modernas infraestructuras mientras el resto de las provincias andaluzas caían en el mayor de los olvidos. Decía el coro que «el tren llegará hasta Cádiz cuando se quede sin frenos». Pues a ver si se queda de una vez. Y sobre todo que tengan claro cómo y por dónde tiene que llegar, no vaya a pasar como con el puentecito de marras.