OPINIÓN

Un canto a la vida

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Y llegó el día en que Cádiz se torna en Jerusalén para plasmar sobre sus calles, durante siete días, su divino simulacro de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Tan singular expresión de fe se extiende ya desde Salesianos a La Viña y penetra en el alma de los gaditanos que aprecian que en ese dolor infinito que se muestra en los rostros de los sagrados titulares de nuestras corporaciones nazarenas se encuentra el precio de nuestra propia salvación.

Pero una parte de nuestra sociedad aún conserva para Cristo otra Pasión más, por si fuera poca la del Calvario, la de quien atenta contra el principio más básico de nuestra existencia; el derecho a la vida desde el seno materno.

Sí, porque para quien aún no se haya dado cuenta, nada es casualidad en el mundo de las hermandades y cofradías, todo tiene un orden y un objetivo y es que éstas además de ser una deslumbrante manifestación artística, lo son también del amor de Cristo por los hombres y es en su camino por el callejero gaditano, cuando están la vista de todos, donde expresan su significado trascendente desde unas ansías que exigen la realidad del mensaje evangélico.

Las cofradías vuelven a mostrar desde hoy el triunfo de Cristo sobre la muerte y lo hacen con luz, con música, con aromas y con flores, despertando los sentidos y haciendo un nuevo llamamiento a la victoria de la vida.

Y será porque ha llegado el momento de poner su verdadero nombre a algunas cosas deberán ser muy significativos los cantos a la vida que realizarán los directores espirituales en los rezos previos a las distintas estaciones de penitencias y que pueden hacerse sentir como esas bocanadas de aire fresco que alivian del calor bajo el antifaz del capirote. Sin duda, un nuevo gesto que hará que los cofrades nos sintamos aún más nazarenos.