TRIBUNA

Soluciones globales a problemas globales

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Así resumía el pasado jueves Gordon Brown, primer ministro británico, la cumbre del G-20 durante su clausura, en la cual ejerció como anfitrión. Esta afirmación es bastante acertada si consideramos que los países asistentes a esta reunión representaban el 85% de la economía mundial y a dos tercios de los habitantes del planeta.

Aunque no es menos cierto que el resultado de esta reunión puede considerarse como el inicio de unas negociaciones para lograr unas medidas efectivas que necesitan mucho más desarrollo, implicación y esfuerzo por parte de todos los países miembros. La celebración de esta cumbre ha planteado desde el principio una serie de intereses y estrategias predefinidas con dos grupos de países claramente alineados.

Por un lado EE UU, Reino Unido, Latinoamérica y Asía emergente que obviaban la necesidad de un nuevo orden homogéneo en la supervisión de los mercado financieros y abanderaban la necesidad de más inversión pública y estímulos fiscales para reactivar la Economía. Por otro lado la Europa continental, que argumentaba como necesario el establecer una mayor supervisión de los mercados financieros como salida a la actual crisis y como previsión para evitar crisis futuras con el mismo origen que la actual.

El resultado final no ha dejado perdedores de este enfrentamiento de posturas. La conclusión final ha otorgado el papel protagonista de recuperador de esta crisis al comercio mundial.

Tres organizaciones multilaterales han salido reforzadas de este acuerdo: el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). Estas tres organizaciones van a ser dotadas de medios económicos por valor de un billón de dólares, 743.000 millones de euros, de forma inmediata y con diferentes aportaciones hasta alcanzar los cinco billones de dólares en total antes del final de 2010.

Cada una de ellas tendrá un papel bien definido en este proceso de recuperación: el FMI controlará los desequilibrios macroeconómicos a nivel mundial y ayudará de forma directa a los países más necesitados, el FSB ejercerá un papel regulador y supervisor de los mercados y entidades financieras y la OMC potenciará el comercio internacional evitando que se establezcan medidas proteccionistas.

Además se ha acordado eliminar intereses ideológicos y nacionales en la gestión de estas instituciones multilaterales. Hasta la fecha existía un acuerdo tácito por el cual la dirección del FMI recaía en un europeo mientras que la presidencia del Banco Mundial estaba en poder de un norteamericano, estableciéndose procesos de selección abiertos y por méritos para cubrir dichos puestos.

Hasta esta cumbre los grandes olvidados de esta crisis habían sido los países subdesarrollados para los cuales son tan necesarios los fondos aportados por el «primer mundo» inmersos en una grave crisis que restringía esas aportaciones. Afortunadamente el acuerdo autoriza al FMI para qué venda parte de sus reservas de oro destinando los fondos obtenidos a ayudar a los países más desfavorecidos del planeta.

Aunque EE UU y Reino Unido, como voces cantantes del sistema financiero mundial, estaban en contra de un endurecimiento de las medidas de supervisión a este sector, se ha recogido a petición del eje franco-alemán, cabeza visible de la Europea continental, la necesidad de regular los paraísos fiscales, los fondos de alto riesgo conocidos como hedge funds, las agencias de calificación o rating, así como los salarios e incentivos de los altos directivos financieros. Todas aparecen como medidas a emprender pero sin que se haya establecido el ordenamiento ni las pautas necesarias para llevarlas acabo. El bloque keynesianista liderado por EE UU que solicitaba mayor inversión pública y estímulos fiscales, también ha sido contentado por el acuerdo que no hace mención implícita a estas medidas pero afirma que cada país tomará de forma interna las medidas necesarias para salir de la situación actual.

Como puede comprobarse podemos calificar esta cumbre como un acuerdo sin perdedores. Como no podía ser de otra manera, y tratándose de política internacional, las soluciones adoptadas no han contentado a todos pero se ha evitado que desagrade a algunos.

Aplicando el símil futbolístico gran parte de las soluciones definitivas se concretarán en el «partido de vuelta», que ha sido fijado para el próximo septiembre en New York tras la celebración de la Asamblea General de la ONU.

Solo cabe esperar que la gran aportación de recursos aprobada esta semana haya empezado a dar sus frutos para entonces, lo cual facilitará sobremanera la adopción de medidas estructurales que eviten en el futuro una situación económica tan grave como la que estamos viviendo. Nadie puede pensar que con las palabras de Brown se termina la crisis. El camino que viene por delante es muy largo y duro, pero al menos este día se ha sembrado la semilla de un cambio sustancial para enfrentar el futuro y mirar a la economía y al mundo de frente.