ARTE. El Cid intenta culminar una faena en la plaza de Castellón. / EFE
Sociedad

El público vivió una fría y anodina tarde en Castellón, con los toreros peor que los toros

Nueve descabellos tras una defectuosa estocada tendida dejan sin premio una estimable faena de El Cid a un toro propicio de Manolo González

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Abrió un toro sardo muy bien cortado. Con el hierro de la silla de Manolo González. Una silla o una hache con tilde. Un cromo muy lindo. No todos los toros son negros ni tienen por qué. Nervioso éste, que quiso sacudirse el palo de la vara y luego coleó dolido. El Cid toreó de capa y muleta sin comprometerse. Aparente resolución, más encima El Cid del toro que el toro de El Cid. De flojo, reponía el toro, pero estaba siempre el torero por fuera. Y cómodo por eso. Y muy fácil. Como si se estuvieran estudiando las dos partes pero en permanente desencuentro. La relativa frialdad de todo primer toro. Una estocada con vómito.

Segundo y tercero, de pinta rubia, fueron del hierro de Campos Varela, el del ancla, el de los Sánchez-Dalp. O sea, un toro de Ignacio González. Colorado y ojo de perdiz el segundo, acapachado; castaño lombardo el tercero, abierto de cuerna, algo bizco, ofensivo pero bien rematado. Fueron toros de buen aire: de moverse mucho uno y de emplearse con nervio el otro. Con el uno El Fandi; con el otro Manzanares. El Fandi bulló con el capote, cumplió olímpicamente en banderillas y ni lo uno ni lo otro luego. Una larga y trajinosa faena cuyos mayores fogonazos fueron los molinetes, los muletazos cambiados, un afarolado, algún muletazo suelto tenso y pensado. La banda de música le dio tres vueltas a una demoledora visión del Nerva. O sea, que fue largo el capítulo. Pero sin la menor intriga. Un pinchazo, una estocada. Y se acabó el destajo de los músicos.

El toro de Manzanares, que salió con ganas y alegría, enterró los cuernos en volatín de saltimbanqui. No terminó ni de romper ni de entregarse en el caballo, pero estuvo dispuesto después. Una escarbadura de son agresivo. Pero no se comía a nadie. Tenía el celito propio del toro guerrero. Pero noble. Manzanares se dejó ver en una faena impetuosa, desordenada y desigual: muchas líneas, algún momento serio por la mano buena del toro, que fue la diestra, cierta tensión. No llegó a haber la tanda redonda que cambia el signo de esas faenas de sí pero no. Machacón el trabajo. De once minutos, al cabo de los cuales sonó con retraso un aviso. La música hizo de las suyas. Manzanares torea donde sea a favor de ambiente.

Salió a saludar

El cuarto, negro, corto y ancho el cuello, la corona justa, ligeramente acarnerado, resultó el toro más propicio de la corrida. Desarmó a El Cid en el lance que remató un saludo de capa de buen ritmo. No por un cabezazo; sólo que se le fue a El Cid el capote de la mano. Brindis al público y al tajo enseguida, porque, pronto, el toro estaba deseando. De particular tuvo el toro cuatro virtudes: fijeza, recorrido, son al repetir y bondad. Todo eso. El Cid lo tuvo en la mano desde el primer embroque, pero lo llamó mucho con la voz. Lo toreó por un pitón y otro en tandas abundantes, templadas. Desigual el ajuste. Mucha habilidad para aprovechar la inercia suave del toro. Faltó fundirse de verdad. El toro consintió eso y más. Una estocada tendida y trasera sin muerte. A toro sin descubrir, nueve golpes de descabello que dejaron sin premio el negocio. Sonó un aviso antes de rodar el toro.

El quinto, del hierro de Jarrama, fue de línea distinta a la de los cinco compañeros de viaje. Menos finos los cabos, más tupido el pelaje -negro-, más ancha la cara, cenicientos los pitones y las palas. Y otro estilo: más costosa la embestida, frenadas, sin golpe de riñón. Tardo el toro, el peor de la corrida. El Fandi hizo con el capote diversos malabarismos, puso banderillas como si tal cosa pero para deleite de todos y trabajó sin desmayo ni inspiración con la muleta. El toro, llorón, ni se dio ni se negó. Un trámite.

La plaga parece que insuperable de las faenas largas y de los tiempos perdidos sin razón pasó factura. Después de dos horas y pico de festejo se soltó el sexto, colorado, bien hecho, cómodo de cara, con la fuerza medida. Estaba cansada la gente. No pareció demasiado fresco Manzanares. Muy encima del toro, donde se sentiría más seguro pero donde menos se molestaban uno y otro. Faena de las de no pasó nada.