Editorial

Pronunciamiento inadmisible

Las declaraciones del presidente del PNV, Íñigo Urkullu, advirtiendo de que la coincidencia entre el PSE-EE y el PP para designar a Patxi López como lehendakari constituiría un «golpe institucional», avivan la tensión política en Euskadi y, sobre todo, demonizan una alternativa tan respetable democráticamente como cualquier otra. Es significativo que unas manifestaciones tan crudas y beligerantes se produzcan la víspera del encuentro que mantendrán los nacionalistas y los socialistas, porque resulta imposible que el diálogo pueda producirse bajo el chantaje que subyace en el calificativo empleado por Urkullu. Por «golpe institucional» se entiende violentar por vías en principio democráticas las reglas del Estado de derecho, sometiendo al poder legislativo o al judicial para instaurar un régimen autoritario. Al emplear esos términos para arremeter contra la posibilidad de que Ibarretxe no sea elegido lehendakari, Urkullu incurre en algo mucho más grave que un exceso verbal; realiza un pronunciamiento antidemocrático inadmisible especialmente para el líder de un partido, el PNV, que ostenta la responsabilidad política de un gran número de instituciones en Euskadi; y que, por eso mismo, debería preservar escrupulosamente los valores nucleares del sistema de libertades.

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Es sorprendente que, tras agitar durante semanas el pacto PSE-PP como peligro para movilizar a su electorado, tras intentar convencer a la ciudadanía de que dicho acuerdo estaba hecho, a los dirigentes del PNV les parezca increíble lo ocurrido el domingo pasado y, sobre todo, les parezca increíble que Patxi López ose aspirar a ser designado lehendakari. Resulta imposible que el PNV pueda participar cabalmente en las conversaciones que hoy se inician si no acepta previamente que ganó las elecciones, pero que tendrá que ser partícipe de una mayoría absoluta para asegurar su presencia en el próximo Gobierno vasco. Y que si no lo consigue, serán otros quienes se hagan con la Presidencia. La victoria cosechada por el partido de Urkullu e Ibarretxe en los comicios al Parlamento vasco vuelve a demostrar el fuerte arraigo de dicha formación, sin cuyo concurso sería imposible imaginar el futuro de Euskadi. Pero por eso mismo es hora ya de que sus dirigentes dejen de transmitir mensajes de «todo o nada», de «nosotros o el caos», que sólo sirven para alimentar la división política y social entre los vascos.