LUTO. La imagen de Marta del Castillo, rodeada de velas y estampitas de santos y vírgenes, en el 'altar' que han improvisado los amigos de la joven junto a su casa. / EFE
ANDALUCÍA

Un crimen sin etiqueta

Expertos multidisciplinares analizan si la muerte de Marta del Castillo se puede considerar o no violencia de género y otros pormenores de este caso

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Miguel Carcaño, un joven de 20 años sin antecedentes penales, asesina, tras una discusión, a Marta del Castillo, una adolescente de 17 años con la que había mantenido en 2008 una relación sentimental de dos meses. Ambos mantenían una amistad. ¿Es este un caso de violencia de género?

Ana Isabel Cerezo, subdirectora del Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología en Málaga, explica que los jueces establecen la necesidad de que entre agresor y víctima se haya mantenido un -actual o pasado- vínculo afectivo estable y duradero, para poder encuadrar el delito dentro de las estadísticas de agresiones machistas. Lo que no se especifica es cuál es el tiempo mínimo exigible para tal condición.

En el caso de Marta y Miguel han podido intervenir los celos como elemento distorsionador, pero no ha existido, al menos no se tiene constancia, una secuencia de malos tratos.

Pauta diferente

Cerezo, por lo tanto, entiende que no sería violencia de género, sobre todo por la forma de actuar de Miguel. «Más del 90% de los hombres que asesinan a sus parejas llaman a la policía para entregarse justo después del crimen o se suicidan o, al menos, lo intentan», explica Cerezo. Miguel, no.

El principal imputado en la desaparición y asesinato de Marta del Castillo hilvanó, en cuestión de horas, toda una estrategia para deshacerse del cuerpo de la joven. Esto no quiere decir, apostilla la experta del Instituto Andaluz de Criminología, que no se den casos de violencia de género entre los adolescentes. Cerezo pone el acento en una máxima asumida desde hace siglos: no hay explicación posible para ciertos comportamientos humanos. En el caso de Miguel se puede hablar de las duras condiciones que marcaron su infancia, al proceder de una familia desestructurada. «Esto siempre redunda en personalidades conflictivas, con problemas de integración en la sociedad», abunda Cerezo. Sin embargo, apostilla que existen miles de personas en esas misas circunstancias que no se han convertido en asesinos. En cualquier caso, opina que se trata de un suceso aislado, aunque entiende la alarma social que siempre genera el asesinato de un menor.

En una línea similar se ha expresado la vocal del Consejo General del Poder Judicial Inmaculada Montalbán: «Sí es un caso de violencia de género, si bien no es uno de los que contempla la ley». Lo cierto es que aún no existe la jurisprudencia necesaria como para concitar consenso al respecto, pero la Fiscalía considera violencia de género todos aquellos casos de violencia cometida por un varón contra una mujer cuando entre ambos haya existido una relación afectiva o sexual, por fugaz que sea. La historia de Marta y Miguel, como queda dicho, aglutina alguna de estas premisas.

El perfil de Miguel

¿Cómo es Miguel Carcaño? Sus vecinos, en esas declaraciones precipitadas que se hacen tras un suceso de estas características, afirman que heredó el mal humor de su madre. Una mujer, postrada en silla de ruedas, que vendía cupones de la ONCE y que no tuvo mucha suerte en sus relaciones maritales -sus dos parejas, con las que tuvo a Javier y Miguel, la abandonaron-. Sin embargo, tenía mucho éxito con las chicas, aunque sus relaciones siempre eran con menores de edad, como el caso de Marta. La catedrática de Psicología Social de la Universidad de Sevilla Felicidad Loscertales destaca el carácter «líder» de Miguel así como la «fortaleza» demostrada desde el día de los hechos -24 de enero- hasta el pasado viernes 13 de febrero, cuando confesó el crimen.

Loscertales considera que Miguel «debe ser una persona con cierto liderazgo sobre sus amigos», ya que consiguió que «varios de ellos» le prestaran presuntamente ayuda para ocultar el crimen.

En este sentido, y tras asegurar «no contar con los suficientes detalles» como para establecer el perfil psicológico del principal inculpado, Loscertales agrega que todo apunta a que el principal imputado en la muerte de Marta «no cuenta con unos criterios morales muy estrictos».

«Se trata de una persona sin mucho control sobre sus propios impulsos», comenta la catedrática quien, no obstante, contrapone esto último con la «fortaleza» y el «dominio» demostrados hasta que, finalmente, confesó la autoría de los hechos. Loscertales pone de manifiesto, además, «falta de respeto» a la vida humana y la «incapacidad» de distanciamiento crítico demostradas por Miguel quien, a su juicio, «ha destrozado su vida, la de Marta del Castillo y la de todos los demás implicados» en este trágico suceso.

La tragedia tiene distintas vertientes. José Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz, advierte de que hay que intervenir de «manera preventiva» ante menores problemáticos y que la familia debe educar a sus hijos poniendo límites, ya que «sino estamos creando personas que llegarán a la delincuencia».

Chamizo hace una reflexión: «Lo preocupante de la situación, donde el engranaje fundamental, que es la familia, no funciona».

El Defensor entiende que «nos encontramos con un grupo amplio de menores ante los cuales hay que intervenir de manera preventiva», refiriéndose a chavales que ya han cometido algún tipo de delito y que ahora están siendo rehabilitados en centros de menores.