ADICTO. China es el país con mayor población cibernética. / AFP
Sociedad

Un estudio revela que en China hay cuatro millones de adictos a internet

El pasado noviembre, Pekín añadió la dependencia a la red a la lista de «desórdenes clínicos», con el alcoholismo y la ludopatía

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Cuatro millones de personas son adictas a internet y diez millones son potenciales enfermos en China, el país de mayor población en la red con 300 millones de internautas.

Así lo afirma Tao Ran, el director de la Base de Crecimiento Psicológico para Adolescentes Chinos, un hospital militar en el distrito pequinés de Daxing.

El pasado noviembre, Pekín añadió la adicción a internet a la lista de «desórdenes clínicos», con el alcoholismo y la ludopatía.

Otras cifras son todavía más pesimistas, como las de la consultora estadounidense InterActiveCorp, según la cual el 42% de lo internautas chinos se consideran «adictos», por sólo un 18 por ciento de los navegantes estadounidenses.

Tao define como adicto a la persona que pasa en internet por ocio más de seis horas de promedio durante un período de tres meses.

Desde 2005, por el centro que dirige han pasado más de cuatro mil adictos y en él residen actualmente 36 jóvenes (32 chicos y 4 chicas) para tratarse del problema.

Según Tao, doctor experto en adicciones, el 90 por ciento de los enfermos consigue recuperarse.

«La disciplina militar les ayuda mucho. Antes estos chicos dormían de día y jugaban de noche, y ahora les hemos reajustado las horas de sueño, de comida y de estudio», explica.

Con el orden castrense -el mismo que obliga al periodista a ponerse una capucha para entrar y pasear por el recinto, ante la amenaza de seguridad que supone su presencia- los internos se levantan a las 06.15 de la mañana y se acuestan a las 21.30.

Nada de internet, nada de teléfonos móviles ni de contactos con el exterior. El aislamiento dura los tres meses que se alarga el tratamiento.

«En el primer mes, el adicto presenta resistencia y ganas de huir. En el segundo se acostumbra al ambiente y en el tercero es cuando la cura surte efecto», resume Tao, quien desarrolló el manual de diagnóstico que China usa para tratar la enfermedad.

El galeno niega el uso de electrochoques en los internos del centro, un escándalo que salió a la luz hace un par de años.

«Eso fue un malentendido con la prensa alemana», agrega, para luego mostrar las salas de terapia, llenas de dibujos, colores y elementos para la expresión manual, y sin rastro de electrodos.

No obstante, fue el propio Tao quien en febrero de 2007 declaró a Efe que una de las prácticas era una supuesta técnica de medicina tradicional consistente en impulsos eléctricos de bajo voltaje (4 voltios), una suerte de acupuntura relajante.

Ahora, la nueva terapia, que sigue incluyendo tratamiento farmacológico, sustituye los cables por la presencia de los padres.

Para Tao, el problema está en el control y el reproche. «Antes de los diez años todos los niños están hiperprotegidos, los padres deciden todo por ellos y eso hace que pierdan su propio carácter y su capacidad de creación. Los padres quieren el niño perfecto y cuando los niños crecen, quieren huir de la sociedad a través del mundo virtual».

Pero el tratamiento no está al alcance de cualquiera. Los 24.000 yuanes (3.490 dólares, 2.790 euros) que cuesta suponen seis sueldos completos para un pequinés medio.

«Las familias que vienen tienen el futuro roto y el centro es su última esperanza. Por eso los padres dejan la casa, el trabajo, todo», expone. Previamente, y a causa de la adicción, muchos niños ya habían dejado los estudios.

Li Beiyu procede de la provincia nororiental de Hebei y responde casi completamente al perfil habitual del interno: chico (el 95 por ciento de los adictos chinos a internet son varones), hijo único y crecido en un entorno urbano. Sólo falla por poco en la edad. Li tiene trece años y la edad crítica está entre los 14 y los 21.

Ante la atenta mirada de los cuidadores, asegura estar satisfecho de «el ambiente y la comida».

«Al principio echaba de menos a mis padres, pero me porté bien y a los tres días ya me dejaron verlos. Ahora vamos juntos a clase», explica Li, a quien su desmedida afición a los vídeo-juegos de acción llevó hace dos meses al centro.

En la Base de Crecimiento Psicológico para Adolescentes Chinos, juegos electrónicos como World of Warcraft (WoW) o Counter Strike resultan razones comunes para la mayoría. En el otro lado, las chicas llegan después de horas y días enganchadas a los chat (charlas en internet) y la mensajería instantánea.

«China es el país asiático con más adictos a internet, por encima de Japón y Corea del Sur, y también superior a otros países occidentales. Y la tendencia todavía es de crecimiento», advierte Tao Ran. Hace cuatro años, el suyo fue el primer centro de estas características en abrir en todo el país. Ahora ya hay más de doscientos.