VUELTA DE HOJA

La reyerta

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No nos cobran la entrada, quizá porque saben que entre los unos y los otros nos han hecho imposible pagarla, pero el espectáculo vale la pena, o sea nuestra desgracia. Anda por ahí un ministro furtivo y un juez adicto; se comenta el despilfarro de algún presidente autonómico que aspirará en el futuro a salvar los muebles, y se investiga al emergente señor Camps y al obligatoriamente famoso juez Garzón quiere denunciarlo el PP si no deja de molestar. La Iglesia desautoriza al obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, sólo por exponer su convicción de que deben estar representadas las partes, aunque sean minoritarias, del pueblo.

Nunca se han llevado tan mal los señores que llevan la batuta en la orquesta nacional, hasta el punto de que la buena gente del pueblo les está insinuando el íntimo lugar por donde deberían introducírsela. Lo único que les divierte a los contribuyentes es que el pintoresco ministro de Justicia tenga que abonar una multa de 4.000 euros por cazar sin licencia. Al parecer «no cayó en la cuenta». No es ese uno de los problemas menores de España: sólo caemos en las cuentas de Hacienda algunos, pero otros las evaden.

Rápidos como un tiro.

Jamás hubo más majaderos ocupando cargos públicos. Si usted no tiene más remedio que acudir a un cóctel donde haya sido invitado y no ha podido disculpar su ausencia alegando que no puede ir por un compromiso posteriormente adquirido, debe de tener mecho cuidado con las profusas manos que estrecha. Si se descuida le presentan a un golfo escoltado. Estamos en lo que Azorín llamó «el chirrión de los políticos». En nuestro extenso idioma, el vocablo tiene dos acepciones: carro de dos ruedas o látigo o rebenque hecho de cuero.