REALIDAD. Tres jóvenes jerezanos ya saben lo que es lidiar con el desempleo. / FOTOS DE JAVIER FERNÁNDEZ
Jerez

Los rostros del paro

Detrás de cada uno de los 25.775 desempleados está la historia personal de los que buscan una oportunidad, recortan gastos para adaptarse a la prestación y miran con pesimismo el futuro

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En enero fueron 25.775 en Jerez. Miles de personas golpeadas de lleno por la crisis económica que en su caso no es sólo esa noticia con la que nos bombardean diariamente en los telediarios, sino una pesadilla real, tangible, que ha llegado para hacer desaparecer de un soplo sus trabajos y, con ellos, la vida que estaban acostumbrados a vivir.

La cara del paro en Jerez es cada vez menos homogénea porque cada vez afecta a más ciudadanos. Hoy en día no hay una conversación en la que no aparezca el tema y no hay grupo en el que alguno de sus integrantes no conozca a alguien que ya haya pasado por el trámite de hacer cola en el Servicio Andaluz de Empleo (SAE) -si no le ha ocurrido a él mismo-. Eso confirma que detrás de las frías cifras hay siempre una historia personal.

Pilar Cavillas es uno de los rostros que ponen alma a las estadísticas. Ella es una de esas mujeres de edad madura que un día decidió romper con años de infelicidad y empezar de cero, una de esas mujeres sin una profesión y con varias décadas a sus espaldas sin haber trabajado que decidió sumarse al mercado laboral como limpiadora y que hoy está en paro, agobiada por la falta de oportunidades y, sobre todo, por la ausencia de ingresos porque «en diciembre se me terminó la ayuda y ya no cobro nada».

Su situación es una de las más dramáticas, porque donde otros aún pueden pasar de la inquietud a la resignación y esperar que pase la crisis económica mientras cada mes cobran la prestación, ella sólo ve desesperación y letras por pagar: la hipoteca, la luz -«y vaya recibo que me ha llegado»-.

Los sindicatos ya alertan de que en pocos meses la situación del mercado laboral de Jerez sufrirá un punto de inflexión importante con el fin de la prestación por desempleo de muchos ciudadanos. «Te levantas cada día y ya no sabes a qué puerta llamar buscando un trabajo», afirma Alejandro Cornejo, que roza ya la treintena y que no ha podido cobrar la prestación por desempleo porque «mi último contrato duró poco y no contaba con los meses suficientes para cobrarla». Alejandro trabaja como instalador de pladur, pero la crisis en la construcción ha hecho que pase de cobrar unos 1.300 euros al mes a tener que tirar de ahorros, de la ayuda de la familia y hasta de la de los compañeros de piso para poder vivir.

La caída del ladrillo en Jerez ha sido demoledora para el empleo. En enero, este sector sumaba ya 5.104 parados, el tercero en importancia después de los servicios (más de 12.500) y de los que aspiran a su primer empleo (5.154).

Otra de sus víctimas es Borja Baños, que trabajaba como camionero transportando hormigón y que en 2008 «apenas tuve contrato unos tres o cuatro meses, cuando antes como mucho he estado en paro un mes». Un día, su jefe tuvo que tomar la decisión de cerrar y dejar parada «una flota de 40 trailers». «Todos fuimos a la calle, y algunos de mis compañeros ya son mayores, fíjate que llevaban 40 años en la empresa», se lamenta antes de criticar que «se ha abusado de la construcción, y ahora no hay trabajo para nadie».

Borja, como todos los demás desempleados con los que habló este medio, ha buscado sin éxito trabajo hasta debajo de las piedras. Y pese a que ha rebajado al máximo sus exigencias -«yo quiero lo que sea ya, aunque sea de 500 euros», apunta él, que ganaba unos 1.500 con el camión-, no le ha salido nada. Por eso, ha decidido echar mano de paciencia y aprovechar el parón laboral para «sacarme el carné de conductor de autobús, para tener más opciones cuando pase la tormenta».

Claro que en una ciudad como Jerez, con tanta escasez laboral y tan pocos sectores de los que echar mano, no es fácil ver este periodo en desempleo como una oportunidad para formarse. La mayoría vive con incertidumbre los primeros momentos en el paro, y en muchos casos si optan por la formación es porque «no hay nada que hacer, y es mejor estudiar, preparar unas oposiciones, que estar dándole vueltas todo el día a lo mismo», explica Laura García, que acaba de ser despedida de Qualytel junto a su pareja, José María Ayud, y que todavía está curándose las heridas que le ha producido perder su sustento económico después de tres años y medio contratada.

Laura y José María son víctimas de la falta de responsabilidad social de su empresa, una actitud que comparten muchas otras, como denuncian los sindicatos. «Mi departamento no ha cerrado. Yo estaba en retenciones en Orange, y esa parte no se ha desmantelado, pero a mí me han aplicado el fin de obras igualmente» cuenta José María, mientras su novia añade que «en mi caso aplicaron el fin de obra en ventas, y ahora lo han vuelto a poner en marcha con otro nombre y la gente que les ha dado la gana».

El que tiene más claro lo que va a hacer ante la falta de trabajo es el más joven de los entrevistados, José Manuel Trillo, hijo del conocido líder sindical y al que los mismos profesores de su grado medio le aconsejaron «que siga estudiando, que ahora no voy a encontrar nada». Por eso, ha vuelto a las clases. Los demás, sopesan hacer algún curso de FPO de la Junta o de los sindicatos, prepararse unas oposiciones e incluso han desempolvado esa asignatura o ese proyecto de la carrera que estaba pendiente.

Lo cierto es que ningún caso se parece a otro. Así, José María Ayud le da consejos al más joven, José Manuel Trillo, mientras compara situaciones y recalca que «en su caso estar a la espera de un trabajo es menos duro porque él no tiene cargas como la hipoteca o una familia». En lo que sí coinciden todos es en el pesimismo con el que miran al futuro, sobre todo porque son conscientes de que «la prestación tiene fecha de caducidad. Sin embargo, mientras pasan los meses, el fin de la crisis no parece más cerca, sino que cada día se alarga más».

ppacheco@lavozdigital.es