VUELTA DE HOJA

Grandes facilidades

Los empresarios, que siempre saben adaptarse a los avatares de la travesía, salvo los que naufragan, piden dos cosas absolutamente razonables para ellos, aunque quizá les hagan perder la razón a sus contratados: abaratar el despido y aplazar el pago de impuestos.

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A pesar de que las aguas bajan revueltas, daría un 10% de liquidez a las empresas retrasar los plazos del IVA. Se comprende que hay que hacer algo, después de tenderles una mano a los bancos.

El sistema está basado en la necesidad de que haya alguien, un ente o un señor, que tenga el suficiente dinero para poder prestarnos una parte. Eso sí, tomando las indebidas precauciones.

En otros tiempos de la siempre emocionante vida española, echar a alguien suponía un desembolso molesto. Algunos piadosos jefes de personal de empresas caracterizadas por su cutrez, llamaban a alguien y le decían:

-Voy a darle a usted la oportunidad de que sea algo en la vida: queda despedido.

En general, la gente que echaban de sus empleos no se mostraba comprensiva. Creía que la decisión empresarial era injusta, ya que al que debieron despedir era a un amigo íntimo, que por si fuera poco era su compañero de trabajo. Ahora se habla de contrato de crisis, con indemnización de 20 días por año trabajado, además de carácter coyuntural o indefinido.

¿A quién no le conviene aplazar nueve meses el plazo del IVA y tres el de las cotizaciones de la amenazada Seguridad Social? Lástima que estas facilidades no se hagan extensivas a los mercados y a las tiendas de comestibles que sobreviven en los barrios. Pronto tendremos que ayudar a los sindicatos, una vez repuesta la banca. Para eso estamos.