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Los Chiquis y los Pepes

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La relación entre un político y un periodista nace viciada. Es como la de un matrimonio cualquiera: mitad conveniencia -no nos queremos, pero si nos divorciamos no podremos pagar la hipoteca-, mitad pura necesidad. Hay mucha desconfianza por ambas partes, porque ellos aspiran a contar su película y tú, antes de sentarte en la butaca, debes armarte con una buena ración de escepticismo. Nos saludamos, cocteleamos, reímos y charlamos como si en realidad fuéramos amigos. La mayoría lo hace, porque es en esos corrillos, en ese juego de compra-venta, donde tú sacas la noticia y ellos, la tajada.

Y en medio de todo eso, están las personas. De uno y otro lado. Están los que son como el secretario local del PSOE, Chiqui Pérez Peralta, un tipo al que puedes llamar por su apodo y al que puedes localizar en el móvil sin necesidad de intermediarios. Él sigue la máxima de Alfonso Perales («cuando veas a un periodista, tírate de cabeza») y no le ha ido mal, desde luego, porque sigue ahí, casi desde que hizo la Primera Comunión, aunque por el camino se haya llevado más galletas que el Potro de Vallecas.

Están otros a los que no les gustan los periodistas y se les nota (y lo confiesan), como Pepe Loaiza, a quien los que cubrimos local teníamos que esperar, escondidos detrás de una puerta o de un ujier (los hay que se mueven menos que las Puertas de Tierra) a que pasara camino del cuarto de baño. Loaiza siempre ponía los pies en posición de fuga. A las 2:10, que dirían los de Generation Kill. Racaneaba la información, pero al menos no vendía motos, como Francisco Granados.

Y luego está el tercer estilo, que es el de Yolanda Peinado. A la delegada de Cultura no le gusta que se monopolicen las ruedas de prensa («máximo dos preguntas por medio, por favor») y pide a los periodistas que se identifiquen antes de hablar, como hacen los del Washington Post ante Obama. También espera que en vez de preguntarle por la Aduana, nos interesemos por el bono cultural. Cuánto daño le ha hecho El ala oeste de la Casa Blanca a la clase política gaditana.