Artículos

Por el bien de la ciudad

Escribo estos comentarios a raíz de la aparición del informe que ha servido de base a la protección del edificio por parte de la Consejería de Cultura. Dicen los profesores Villar y Da Rocha en el citado informe: «Si bien es cierto que el estilo oficial de la autarquía dio a menudo creaciones convencionales, anacrónicas, tradicionalistas, retóricas y grandilocuentes, y aún resultando incuestionable que también supuso una involución estética que frenó el impulso del racionalismo de los años 30 y retrasó la consolidación del movimiento moderno en la arquitectura española, no es menos cierto que el rechazo que puedan producir determinados periodos históricos no debe justificar la eliminación indiscriminada de todas sus realizaciones artísticas, máxime cuando éstas presentan cualidades reseñables».

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Estando absolutamente de acuerdo con este párrafo, que es citado como argumento de los defensores de la Aduana Nueva, me pregunto: ¿quién ha tratado de justificar la eliminación indiscriminada de todas las realizaciones de la época? ¿Por qué se confunde a la opinión pública tratando de incluir la necesidad de derribar el edificio de la Aduana en una supuesta razzia contra la arquitectura del franquismo? La confusa polémica sobre el futuro del edificio de la Aduana se ha polarizado entre defensores acérrimos de su conservación y partidarios de su derribo. Si el edificio no estorbase tan gravemente la formación de una auténtica plaza urbana, tan necesaria para la revitalización del Casco histórico, nadie plantearía su derribo. Por tanto, la polémica existe entre los que anteponen los pretendidos valores del edificio a las verdaderas necesidades urbanísticas de la ciudad.

Aislamiento

En efecto, la organización de la plaza de Sevilla como centro urbano de relaciones entre el casco antiguo, ciudad nueva, estación de ferrocarril, estación de autobuses, puerto y medios de transporte urbano, futura terminal de tranvía, etc., no es posible sin la eliminación del edificio de la Aduana, que en su día fue precisamente situado y construido, junto con la verja fiscal, para eliminar la antigua y armoniosa relación puerto-ciudad. Si esta gran articulación urbana no se logra, el futuro del Casco antiguo peligrará gravemente al aislarse del contexto urbano. El edificio de la Aduana no puede integrarse en la plaza de Sevilla porque ocupa justamente el centro del mínimo espacio que se necesita para organizar las funciones descritas. Considero por tanto totalmente inadecuada y frívola la afirmación contenida en el informe de los profesores Villar y Da Rocha: «La conservación de la Aduana puede ser discutible desde la acción política o los intereses de los profesionales de la Arquitectura». Olvidan que se están poniendo en juego cuestiones de enorme importancia para la ciudad. El informe asegura que el edificio es «punto focal» en la entrada a la ciudad desde el puerto, y que al no haberse completado la estación terminal con un edificio, el de la Aduana ha venido a cumplir esta función.

La estación de Cádiz no se terminó con un edificio porque estaba abierta al mar, de forma que el tráfico de pasajeros continuaba hasta el muelle, donde los coches-cama de Wagons-Lits llegaban para hacer transbordo hacia América o Canarias. En cuanto a puntos focales de entrada a la ciudad desde los barcos, recuérdese el viejo proyecto de relacionar el muelle con el monumento a las Cortes y la fallida puerta del mar hacia la plaza de San Juan de Dios. La propia estación de ferrocarril es punto focal, como se observa en las viejas postales del muelle.

Se asegura en el citado informe que el edificio «representa fielmente los intereses, preocupaciones, posibilidades estéticas del momento, al margen de las circunstancias políticas». ¿De qué intereses y preocupaciones del momento se habla? Será de los intereses políticos del momento, puesto que los intereses y preocupaciones de la gente no se tenían en cuenta, de manera que esta actuación no estaba en absoluto al margen de las circunstancias políticas.

En cuanto a que el edificio represente las posibilidades estéticas del momento, es preciso recordar que en pleno franquismo y en su primera época se hacía arquitectura auténtica y no sólo fingimientos pseudoclásicos, incluso en la arquitectura más oficial: Gobierno civil de Tarragona, Casa del Sindicato Vertical de Madrid, y un largo etcétera. Tampoco es cierto que la Aduana Nueva sea el único edificio en Cádiz de la autarquía. Pueden citarse: la Audiencia, de lenguaje mucho más austero y atemperado y situado con un gran respeto al entorno, antiguo Instituto Nacional de Previsión, Comandancia de Marina, etc.

Derribo necesario

En nuestra ciudad también se hacía auténtica arquitectura oficial y privada después de la guerra, antes y a la vez que se construía la Aduana: edificio Trocadero, Colegios de Santa Teresa y Celestino Mutis, Jefatura provincial de Sanidad (Olivillo), viviendas militares en Duque de Nájera, Escuela de Comercio, Barriada España, edificio de la Trasmediterránea, Delegación de Trabajo, almacenes Hermu y Arcas. Ninguno de ellos precisó utilizar un ropaje neoclásico. Existían por tanto otras «posibilidades estéticas».

Por tanto, el necesario derribo de la Aduana se justifica por las razones urbanísticas apuntadas, sin que a mi juicio existan valores artísticos o culturales de importancia en un edificio que es una copia falsa del estilo de otros siglos, colocada como un falso ropaje sobre una estructura constructiva del siglo XX, no respondiendo a su momento histórico.

Sin embargo, basándose en el informe que he comentado, la Consejería de Cultura le reconoce valores patrimoniales y va a proceder a su inclusión en el Registro Andaluz de Arquitectura Contemporánea, para su ulterior inclusión en el Inventario de Bienes reconocidos del Patrimonio Histórico Andaluz, que es complementario del Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. Mientras tanto, el Casco Histórico de Cádiz, reconocido universalmente, languidecerá sin intervenciones de reactivación como la que puede establecerse en la plaza de Sevilla.