VUELTA DE HOJA

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Estamos al más alto nivel de gente de baja estofa. Nada que envidiar a los países que han alcanzado grandes cotas de corrupción, tanto en la trama del fútbol como en la de la política o en el crimen organizado. Estamos colosal de espías. Si se diera una vuelta Le Carré por Madrid se surtiría de argumentos para una buena temporada. Le bastaría charlar un rato con Esperanza Aguirre, que le exige a Gallardón que pruebe o retire sus acusaciones.

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Él está convencido de que la Comunidad ha creado una «unidad parapolicial» y de que el espionaje partió de la Consejería de Interior. Menos mal que Rajoy, aunque ofrezca pocas similitudes con el detective Pepe Carvalho inventado por el gran Manuel Vázquez Montalbán, ha prometido investigarlo todo.

El escándalo ha reabierto una batalla que nunca ha estado cerrada. Las luchas entre correligionarios son feroces, sobre todo cuando ambos desconfían de que el otro sea «de los nuestros». Esperanza Aguirre va a poner las manos en el fuego por su equipo, pero quizá corra el peligro de quedarse como la Venus de Milo a poco que el incendio tire para arriba. Estas cosas, tan turbias, tan deplorables, comportan el riesgo de desilusionar a los españoles, pero eso no puede suceder, ya que los españoles están desilusionados hace bastante tiempo.

Sólo nos tienen al tanto de la crisis y de los crímenes. Sabemos que vamos a pasarlas canutas este año, el que viene y parte del siguiente, pero la certeza mayor es que estamos gobernados por gente mediocre y ambiciosa. Seguimos ignorando a qué se debe el hecho, contrastado por la estadística, de que no acudan los mejores a las tareas políticas. Está claro que no todo el mundo quiere practicar submarinismo en las letrinas.