EXPLICACIONES. La condenada asegura que su hijo la adora. / JOSÉ UTRERA
ANDALUCÍA

«Que me quiten este dolor de encima»

La madre condenada por abofetear a su hijo cuenta el calvario por el que está pasando toda su familia. «Pido perdón a mi hijo, pero no me merezco lo que me está pasando»

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La vivienda número 60 de la calle Peralta de Pozo Alcón (Jaén) era ayer refugio de la lágrima viva. La madre sordomuda condenada a cárcel por abofetear a su hijo lloraba con desconsuelo. El padre sollozaba por la posibilidad de que le separaran de su esposa, a quien a su vez el niño mayor pedía perdón mientras el pequeño enlazaba un puchero tras otro. Tan sólo Rosa, la abuela, víctima del alzhéimer, permanecía impasible, aunque a ratos la angustia le asomaba a los ojos. Como si comprendiera.

La causa de tanta desazón tiene menos de una decena de páginas y lleva membrete judicial. Es una sentencia de la Audiencia de Jaén que condena a 67 días de cárcel a María del Saliente y le insta a alejarse 432 días del lado de su niño, si bien, al mismo tiempo propone que se le indulte la pena de alejamiento. El dictamen es tan claro al respecto como la decisión del fiscal de solicitar también, por el bien del menor, que no se disuelva el clan.

Y, sin embargo, esta familia estaba ayer consternada, llena de amargura, desesperada por la resolución del tribunal. «No hay derecho de que la separen de su hijo», clamaba Josefa García, buena vecina, muleta del matrimonio de sordomudos en los momentos duros. «Pero señora, si los jueces proponen el indulto...». «Eso que se lo explique bien a esta familia, porque lo único que entiende es que María ha sido condenada a más cárcel y a estar más tiempo alejada de José David». María, en efecto, no tenía el sosiego necesario para atender a la letra pequeña. Lleva muchos días nerviosa. En la cama antes que el sueño le llega la inquietud. «Pido paz. Que me dejen tranquila y que no me separen de mi hijo, que me quiten este dolor de encima», decía a golpes de voz, con gritos sordos.

«Estoy harta de pensar. Pienso mucho. Llevo dos años pensando mucho, día y noche. Pensando por qué me han juzgado. Además, antes me echaron menos pena y ahora más, y no lo entiendo porque nunca quise hacer daño a mi hijo. Le pido perdón, si le hice algo, pero no me merezco lo que me está pasando», declara, crecida por la cercanía de sus hijos, para quienes es un tesoro. «Mi hijo me adora. Me abraza, me dice que siempre esté junto a él. Y eso es lo único que quiero. Si le falta su madre, les falta el cariño. Que lo sepan los jueces». La probabilidad del destierro, la hipótesis de la separación y la posibilidad de que no llegue el indulto angustia a esta familia sencilla, para la que el código penal, los artículos vulnerados y la retahíla de argumentos esgrimidos por la Audiencia para justificar su condena carece de sentido.

Asombrada

Sólo saben que unos deberes sin hacer, una riña posterior y una bofetada mal dada hace ahora 2 años han desembocado en antecedentes penales para una mujer tan asustada como asombrada. Más que nada porque la palabra cárcel no tiene cabida en el horizonte de las personas honestas. Y la familia formada por María y José Domingo es, según la vecindad, honrada a tiempo completo. De ahí el sufrimiento de sus miembros. Hay quien asegura que el niño, José David, que tiene ya doce años, se considera en cierto modo culpable de la situación. Por este motivo no se separa de la madre. Ayer ni él ni su hermano Álvaro, de 6 años, «un niño listísimo y guapo, muy guapo», fueron a la escuela. No quieren volver y encontrarse el hogar vacío. El padre también permaneció en la casa. Lo cierto es que tampoco tiene un lugar al que ir. Ahora no trabaja, a la espera de que le operen de la cadera, dañada de resultas de un accidente laboral, así que la situación económica es complicada. Todo eso, las carencias, la falta de lujo, el fin de mes, lo puede soportar, pero no que le separen de su mujer.