ESTRENO. Barack Obama escucha a su jefe de gabinete, Rahm Emanuel, en el Despacho Oval en su primera jornada de mandato. / EFE
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Obama cumple su primera promesa

El nuevo presidente ordena detener todos los juicios militares en Guantánamo en un primer día en el cargo que desarrolló con intensidad

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No había tiempo que perder. Barack Obama no mentía cuando dijo que se estaba preparando para «tocar el suelo corriendo». Apenas juró como presidente se acercó al ministro de Defensa, Robert Gates, que repite Administración, y le ordenó de viva voz que detuviese de inmediato todos los juicios militares de Guantánamo.

Gates, que tanto ha trabajado para acelerar el trabajo de los tribunales especiales, cumplió la orden con la misma celeridad. Mientras todo Washington estaba de fiesta, los mandos del Pentágono fueron informados de que deben «detener todos los procedimientos» para dar «al recién inaugurado presidente y su gobierno tiempo para revisar las actuaciones de la comisión militar, en general, y específicamente los casos pendientes que se encuentran actualmente en dichas comisiones». Obama ha pedido 120 días para llevar a cabo esa tarea.

Era una vieja promesa de campaña que muchos esperaban que llevase a cabo en su primer día en la Casa Blanca, pero Obama ni siquiera esperó a poner un pie en su nueva residencia. Amnistía Internacional lo celebró con un comunicado cauteloso al esperar «que sea una señal de que el Gobierno de EE UU rechazará, de una vez por todas, las políticas del pasado que tanto daño han causado a los derechos humanos y a la letra de la ley». El primer beneficiado es Omar Khadr, un niño soldado de origen canadiense que cuando fue detenido en Afganistán en 2002 tenía 15 años. Su juicio iba a empezar el lunes, pese al clamor desesperado de sus abogados. Le acompañarán otros 244 detenidos cuya suerte está en el aire, entre ellos la del presunto cerebro del 11-S.

Durante la campaña Obama se mostró partidario de que esos presos sean juzgados en los tribunales estadounidenses, pero en los últimos días no ha querido mojarse con una solución concreta. Su único compromiso es que la infame prisión de la isla cubana se cierre en un año, según la orden ejecutiva que firmó ayer, sentado al fin a la mesa del Despacho Oval.

Se había acostado de madrugada, después de un día largo que acabó sobre la pista de baile, y a las 7.45 de la mañana sus asesores ya habían convocado la primera reunión. A las 8.30 el presidente se unió al grupo, dispuesto a discutir los asuntos del día antes de escuchar la tradicional misa en la catedral nacional con la que comienzan su mandato todos los mandatarios.

En el primer banco del templo se dieron cita dos presidentes y tres matrimonios: Barack Obama con su esposa Michelle, su vicepresidente Joe Biden con su mujer Jill, y el ex presidente Bill Clinton acompañado de la suya. Hillary Clinton ni siquiera había sido confirmada todavía por el Senado, pero su posición en el banco dejaba claro que tanto ella como su marido están de vuelta en la Casa Blanca. En las horas siguientes Obama se reunió con su equipo económico y con la cúpula del Estado Mayor para discutir cómo llevar a cabo otra de sus grandes promesas electorales: retirar las tropas de Irak en dieciséis meses, así como revisar la batalla pendiente en Afganistán.

Conflicto palestino-israelí

No acabó ahí el intenso estreno. En sus primeras llamadas telefónicas, el dirigente demócrata tuvo al conflicto palestino en mente, como demostró en sus conversaciones con el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, el primer ministro israelí, Ehud Olmert; el líder de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, y el rey Abdalá de Jordania. A todos ellos les prometió ayuda para que se consolide el alto al fuego declarado unilateralmente por Israel en vísperas de su toma de posesión, y apoyar a Palestina en la reconstrucción de Gaza, siempre que no suponga el fortalecimiento de Hamás y el reinicio del contrabando de armas en la región, matizó. Su sueño de facilitar la paz ha sido perseguido sin éxito, con más o menos esfuerzo, por todos los líderes estadounidenses del último medio siglo.

Cerrojazo a los 'lobbies'

Eran cuestiones de principios, como lo fue también el puñado de órdenes ejecutivas dedicadas a fomentar la transparencia de su gobierno y a acabar con el poder de los 'lobbies' en la Casa Blanca. Durante la rutinaria jura de sus empleados, el presidente les anunció que les congela los sueldos y que ya no podrán contar con una suculenta nómina de los grupos de influencia cuando abandonen la Casa Blanca. «No se nos puede olvidar que somos servidores públicos», les sermoneó. Y como tales, les recordó que bajo su mandato «la Casa Blanca será la casa de todos», excepto la de los 'lobbies', a los que pretende cerrar «la puerta giratoria» que abren al contratar al personal de la residencia, con todos sus contactos e influencias sobre los compañeros que dejan atrás. Según la nueva orden, ninguno de los nuevos funcionarios podrá ir a trabajar para ese tipo de empresas mientras pertenezcan al equipo de Obama, y se comprometen a no influir en sus compañeros cuando dejen el cargo.

La transparencia que promete trae también el reforzamientos de la Ley de Libre Información que el Gobierno Bush peleó con uñas y dientes en los tribunales cada vez que se utilizó para demandarle documentos comprometidos. «Durante muchos tiempo ha habido demasiado secretismo en esta ciudad», criticó Obama al poner punto y final a la era de oscurantismo que trajo Dick Cheney y el resto de sus dinosaurios políticos.