Editorial

Paso irreversible

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La incursión de la infantería israelí con gran apoyo aéreo y blindado en la Franja de Gaza rodeando la capital y separándola del resto del territorio representa un paso irreversible en la determinación del Gobierno de Tel Aviv de desmantelar el régimen de Hamás estableciendo un nuevo espacio de seguridad que el muro no garantizaba y lanzando un contundente mensaje de disuasión a la violencia radical palestina. Pero el saldo en bajas, militares y civiles que hasta el momento está suponiendo la ofensiva militar con cerca de quinientos palestinos muertos, más de dos mil heridos en un escenario de carencias clínicas de pesadilla y 87 niños fallecidos en el curso de los ataques aéreos, confiere a la operación un carácter de furia desmedida que podría volverse, a la larga, en contra del pueblo judío. Muchos gobiernos, incluyendo los amigos del Estado de Israel, han realizado llamamientos al alto el fuego reprochando con mayor o menor énfasis el nivel de desproporción que ha alcanzado la ofensiva militar y los riesgos que la segunda fase terrestre tiene de empeorar la situación. Pero no solamente se trata de una represalia exagerada, de una respuesta excesiva, la misma operación militar que incluye lanzamiento de misiles sobre instituciones, viviendas, o mezquitas en persecución de dirigentes terroristas equivalente a un inaceptable castigo colectivo. También, el mismo objetivo político que parece perseguir el Gobierno de Olmert de someter a Gaza a una especie de protectorado como el instalado en Cisjordania no parece en modo alguno un propósito realista. Pero la invasión también ha puesto en evidencia la incapacidad de las instituciones internacionales de lograr influir en el gobierno israelí que no atiende a los llamamientos efectuados desde la Unión Europea, la Liga Árabe, Francia, Turquía o Qatar mientras el Consejo de Seguridad tropieza en su propia mecánica de vetos que garantiza, paradójicamente, su parálisis ante un ataque cuya calificación de defensivo, como de forma inoportuna ha mencionado la presidencia checa, es más que un sarcasmo. Es probable que tras la coordinación diplomática con los Estados Unidos en la ONU, Israel declare un alto el fuego. Pero a partir de ese momento nada sustancial habrá cambiado y la sangre derramada sólo habrá servido para radicalizar la situación y enconar el odio entre los dos pueblos. El silencio guardado por el futuro presidente Barack Obama admite todos los pronósticos, pero es lícito preguntarse si su gobierno mantendrá la cobertura absoluta de que Israel dispone para lidiar sus problemas de un modo que, objetivamente, perjudica al combate anti-terrorista internacional, o como hizo en ocasión de los ataques terroristas de Bombay, anticipar algunas ideas del cambio que su presidencia piensa aportar al inacabable conflicto israelo-palestino.