AL AIRE LIBRE

Año nuevo

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cabamos de empezar el año y muchos ya están deseando que acabe, por esto de la crisis. Si las cosas hubieran sido de otra manera, el pesimismo colectivo que invade a gran parte de la sociedad, y a la que no le falta razón, se habría digerido de otra manera. Ya se sabe que las épocas de recesión son digestiones pesadas y dolorosas, y a nadie le gusta anunciar calamidades, y menos a este gobierno que sufrimos, que nos estuvo ocultando los males hasta que se vinieron encima, e incluso cuando ya estaban encima les restaba importancia de manera temeraria y vergonzosa, como en una huida hacia ninguna parte. Decía que las cosas podían haber sido de otra manera, que la clase gobernante debería haber alertado, serena pero firmemente a los ciudadanos, de lo que se avecinaba, y de que a este molesto vecino que se ha instalado en nuestro edificio económico y social costaría trabajo desahuciarlo. Que habría padecimientos, y hasta sangre, sudor y lágrimas si se quiera parafrasear a Churchill. Que habría que recurrir a aunar fuerzas, y que era necesaria una llamada a la unidad política contra la crisis. Si eso hubiera sido así, nuestros políticos estarían a la altura, pero una vez mas defraudaron las expectativas. Entre Churchill y Zapatero media algo así como el equivalente a un par de galaxias, distancia que tampoco acorta mucho Mariano Rajoy, y que incluso se encarga de agrandar en los últimos tiempos, por lo que nuestras ilusiones en que por lo menos Sir Winston (no, no hablo del tabaco) sirviera para una cita oportuna, eran quiméricas. Así que ya tenemos al 2009 entre nosotros, este año al que muchos borraban de sus felicitaciones días antes de la Nochevieja, pasando directamente al 2010. Hubieran hecho falta también unas ciertas dosis elementales de macroeconomía, pero eso tampoco hubiera sido popular, pues tendría que haberse explicado que los ciclos recesivos suelen ser al menos de tres años, si nos fijamos en el tan traído ejemplo de la Crisis del 29 (1929-1932). Por si fuera poco, tampoco nos podemos consolar por la parte americana, pues no hallamos entre nuestros padres de la patria ningún Roosevelt dispuesto a abanderar un New Deal. Ya ven que incluso este artículo, que nadaba en una reivindicación del optimismo cuando aun no veía la luz, se ha tornado pesimista. Son malos tiempos, pero quizá hiciera falta un poco de la poesía que promete.