LOS LUGARES MARCADOS

Una noche de buenos propósitos

Si hay un momento en el año en el que nos sentimos inclinados a hacer propósito de enmienda, es esta noche. La última del año, la de San Silvestre o Nochevieja, nos brinda la ocasión de la catarsis comunitaria. Esperando las doce últimas campanadas, pocos son quienes no confeccionan la lista de los buenos deseos para el año entrante tras hacer balance de lo bueno y lo malo del anterior.

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El 2008 ha sido un año, como es fama de los bisiestos, difícil. Los informativos de televisión, al hacer el recuento de imágenes, lo han tenido complicado para destacar algunas positivas. No les ha quedado otra que acudir masivamente a los éxitos deportivos: al fútbol que por fin logró enorgullecernos, a la Copa Davis, a nuestros siempre sufridos ciclistas, a las sirenas esforzadas de la natación sincronizada, a los gigantes de nuestro baloncesto Ha habido otras buenas noticias, claro que sí: yo me alegré horrores de la victoria de Obama -espero que no me defraude- y -lo confieso públicamente- el casi zapatazo a Bush me hizo reír una semana. Pero los buenos momentos se han desdibujado entre tanta catástrofe, natural o provocada, entre tanta guerra, tanto atentado, tanta corrupción y tanta crisis.

Y, sin embargo, ya me conocen, yo sigo erre que erre con mi inveterado optimismo. Quizás el secreto esté en buscar la buena noticia en la propia casa. Cada uno en la vida ha tenido su porción de asombro. O la está teniendo, o la tendrá. Quizá si cada quien sopesara la importancia de una sola buena noticia personal y se plantease un solo buen propósito, la sociedad en general (que no es sino la suma de todos los individuos, de usted, de mí, de aquél, de aquélla ) empezase a mejorar. Ojalá que el 2009 sea nada más y nada menos que una suma de pequeños alegres sucesos y de pequeños alegres logros. Y que yo lo vea.