Un grupo de jordanos pisotea una bandera americana con la foto de Bush y Olmert. / REUTERS
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Obama opta por guardar silencio

El presidente electo cree que Bush debe ser la única voz del país en asuntos internacionales

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En la nueva campaña militar de Israel contra Hamás, el presidente electo, Barack Obama, ha optado por el más estricto silencio. Ante la violencia de los ataques del Ejército judío, que podría estar a las puertas de una nueva invasión de la franja de Gaza, las únicas declaraciones pronunciadas por un asesor de Obama han sido para subrayar que Estados Unidos «sólo tiene un presidente en estos momentos, y ese presidente es George Bush». La frase de David Axelrod el pasado domingo en la cadena CBS se ha convertido en un axioma en todo lo relacionado con política exterior durante el largo período de transición en la Casa Blanca. Este mutismo contrasta, sin embargo, con las declaraciones y tomas de posiciones casi diarias que el presidente electo ha realizado sobre economía y otros asuntos nacionales.

Obama llamó el pasado sábado desde Hawai a la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, para interesarse por la situación en Gaza, pero nada ha trascendido de esa conversación. Para encontrar alguna clave reciente que revele el pensamiento de Obama en torno al conflicto palestino-israelí hay que remontarse al viaje que realizó a Israel el pasado mes de julio. El entonces candidato a la presidencia hizo unas declaraciones que fueron de total agrado para las autoridades judías y que han sido incluso repetidas estos días por fuentes oficiales para justificar la ofensiva sobre Gaza. «Si alguien estuviera lanzando misiles sobre mi casa y mis hijas estuvieran durmiendo dentro, usaría todo el poder que tuviera para detener eso», aseguró Obama. Aparte de esta afirmación, el presidente electo no sugirió, en toda la campaña electoral, ninguna idea alternativa a las ofrecidas por Bush para resolver el conflicto entre Israel y Palestina. Y esto tratándose de Obama genera muchas dudas sobre su capacidad de liderazgo en esta crisis, dadas las grandes expectativas de cambio que tanto los países aliados como los mismos enemigos de EE UU han depositado en su figura.

Para comprender mejor las verdaderas intenciones de la futura Administración norteamericana en relación al conflicto en Oriente Próximo, quizá haya que seguir de cerca los planes de la futura secretaria de Estado, Hillary Clinton, que pretende nombrar a un enviado especial de alto nivel que lidie permanente con el conflicto palestino. Uno de los nombres que suena para ese puesto es el de Dennis Ross, que ya ejerció como hombre fuerte de Bill Clinton en la zona.

El nuevo escenario tras la última ofensiva bélica isarelí, que ha sido condenada por la comunidad internacional y no por Washington, reduce aún más las limitadas esperanzas sobre el proceso de paz que Bush inició en Annapolis en noviembre de 2007. La exclusión de Hamás de cualquier iniciativa de diálogo entre Israel y el presidente palestino, Mahmud Abbas, que sólo tiene el control de Cisjordania, ha sido el gran escollo que ha puesto en peligro el delicado acuerdo.

En estos momentos, es posible que Obama tenga poco que ganar creando una agenda ambiciosa para un tema tan complicado como el conflicto palestino israelí. Pero los ataques sobre Gaza sugieren que, de no actuar pronto, el presidente electo puede perder el crédito que muchos le otorgan como un mediador internacional más eficaz que el actual inquilino de la Casa Blanca.