AL AIRE LIBRE

Hablando Claro

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ace ya muchos años que acostumbro a asistir a una comida privada que se celebra en Jerez a dos días de la Nochebuena. En ella nos damos cita unos veinte comensales, unidos por algunas aficiones y prácticas comunes, amen de algún que otro artista o literato. Es un formato de asistentes muy conseguido, que el anfitrión que nos convoca ha ido depurando con el paso de los años, hasta conseguir un equilibrio perfecto de personalidades. Esta reunión, fervientemente esperada por todos, y en especial por mí, circula las más de las veces por derroteros nunca esperados, hasta el punto de que se ha hecho ya famoso entre nosotros el dicho de que no hay día como este igual a otro cada año. Los temas de tertulia son absolutamente libres, y van desde el humor y la actualidad hasta el análisis, y he de decir que muy afinado, de la idisioncracia de Jerez. Hace algún tiempo que en estas bienamadas reuniones surgen temas de enorme importancia, y bueno y nada aventurado sería pensar que lo que pudiera quedar en afable concurrencia de pareceres bien pudiera cristalizar en tomas públicas de postura o proyectos de más calado, que de seguro darían más de un quebradero de cabeza a la alicorta y chata clase política local. Pero ha sido este año, ante la claridad de la exposición de uno de los comensales, cuando he podido notar con mayor intensidad algo que me desasosiega y me entristece: la existencia de minorías de jerezanos con una extraordinaria clarividencia para detectar los males reales de nuestro pueblo, con capacidad y autoridad moral para liderar esperanzadoras vías de actuación para el futuro, y que, sin embargo, por razones que sería largo explicar aquí, han escogido un camino de silencio autoimpuesto, como un deber moral ante la posición que ocupan. Me entristece contemplar la esterilidad y la falta de mira de nuestros representantes, engolfados las más de las veces en las luchas interiores para la mera supervivencia política, cuando hay jerezanos que podrían liderar las ilusiones de nuestro pueblo, y restañar sus heridas y fracturas sociales. Lo que en aquella reunión se puso sobre la mesa, jamás lo escucharemos a político alguno, y yo, por ahora, me lo reservo para meditarlo con mis afines, porque, frente al poder, sólo nos queda la íntima libertad de la toma de conciencia.