CÁDIZ

Los belenes más íntimos

Un recorrido por la ciudad descubre auténticas obras de arte del belenismo privado que permanecen en el anonimato

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Nacimientos en la ventana, a los pies de la cama, en las repisas, en una esquina del salón. El belenismo es una afición muy arraigada en Cádiz. Se trata de una tradición transmitida de generación en generación que se ha ido perfeccionando con el tiempo. Hoy en día existen auténticas obras de arte hechas con esmero y cariño durante meses. Y es que en Cádiz aún quedan familias que se reúnen en estas fechas para cantar villancicos durante toda la Nochebuena alrededor del retablo para luego ir a desayunar un buen chocolate con churros. Una costumbre que se conserva con ahínco.

Un recorrido por la ciudad demuestra que la imaginación entre los gaditanos no tiene límites a la hora de montar un belén; una actividad ancestral que se practica desde hace siglos pero que en el corazón del casco antiguo cobra su máximo esplendor. La representación por medio de figuras del nacimiento de Jesús cada vez tiene mayor realismo, si cabe, mediante elementos naturales como el corcho, el romero, el tomillo y el agua; todos ellos signos de vida para representar el misterio que se produjo en Judea hace siglos.

El fervor con el que estos belenistas ponen cada figura (en muchos casos heredadas de los abuelos) es palpable en cada rincón de los nacimientos. Y es que todos los belenistas coinciden en afirmar que el cariño siempre queda reflejado en el producto final.

Quizás por ello, los belenistas estén durante todo el año pensando en el próximo nacimiento, en cómo renovarlo y qué materiales nuevos pueden utilizar. En cómo representar mejor esa escena de la adoración de los Reyes Magos o las ofrendas hechas por los pastores al Niño. Si la fórmula resulta, la figura será puesta en primer término para llamar la atención del personal.

El concurso de nacimientos municipal es archiconocido por todos los gaditanos; sin embargo, en muchos rincones de la ciudad, principalmente hogares, se esconden auténticas joyas del belenismo que permanecen en el anonimato. Descubrirlas no resulta difícil, puesto que el boca a boca funciona muy bien, especialmente en una Cádiz donde practicamente todo el mundo se conoce.

La Asociación de Belenistas de Cádiz imparte cursos para perfeccionar este arte que cada año cobra más adeptos. Dicen los entendidos que lo primero que hay que hacer es un boceto de corcho que luego es pintado; sin embargo los belenistas caseros pasan esta fase por alto para dar rienda suelta a su imaginación. Algunos dicen que lo prefieren porque así nunca les sale un nacimiento igual, algo de lo que se sienten orgullosos. La idea es «dar a conocer las raíces de la Navidad porque lo que se celebra es el nacimiento de Jesús, una tradición que no debe perderse», aclaran. Por eso, cada rincón de sus casas, durante esta época, está adornado con misterios de diferentes tamaños y procedencia.

Ellos no quieren ni oír hablar de Papa Noel pues consideran que representa valores importados que no aportan nada, salvo «consumismo». Ramón Fernández, que tiene más de treinta retablos en su casa, tiene una frase para referirse al famoso hombre del traje rojo: «Al portal nada más que fueron los Reyes Magos y los pastores, Papa Noel se quedó borracho en una taberna».

Todos estos artistas caseros coinciden en afirmar que en un belén religioso lo primero que se busca es que «todas las figuras estén integradas alrededor del nacimiento».

Un arduo trabajo

Resulta sorprendente también observar cómo estos belenistas se entregan a su afición con devoción año tras año, aunque resulte en muchos casos trabajoso. A sus 94 años, María de la Paz Gutiérrez Hurtado de Mendoza, sigue poniendo el nacimiento al pie de la ventana de su casa; un bajo en donde para colocar cada figura se tiene que dejar los riñones. «Cada año me cuesta más, pero es algo que me mantiene viva», afirma.

Mimí, como es conocida por sus amigas, todos los años de su vida recuerda haber montado el belén. «Un año pasé la Navidad en Nueva York y puse mi misterio. A todo el mundo le sorprendió porque allí no hay costumbre», comenta. Esta jerezana, afincada en Cádiz desde hace años, colecciona una importante cantidad de figuras artesanas, entre otras cosas porque sus 18 nietos y 30 biznietos es lo único que le regalan. «Este año me han dado un cocodrilo al que le hice un hueco en el riachuelo», dice riendo.

Modesto Berraquero también tiene por costumbre darse un paseo por el campo para recoger los materiales que va a emplear en su obra, colocada en el escaparate de su negocio en San Severiano. Además, aprovecha cualquier oportunidad durante la vida cotidiana para ampliar su colección de figuras. «Estos Reyes Magos los compré en una papelería una vez que había salido con unos amigos y esos romanos en un anticuario de Cádiz», cuenta con orgullo.

Carmen de la Jara también reconoce que disfruta cuando llega la Navidad y tiene que sacar las figuras de las cajas donde las guarda. Un espacio donde luego siempre hay alguna nueva. «Me gusta frecuentar el mercado de abastos para comprar a los ambulantes que por estas fechas venden por la zona, casitas, puentes o pastorcitos. Es algo que hacía de niña con mis padres», recuerda con nostalgia.

Cristina Noya y su marido tienen por costumbre desde hace años instalar su belén a los pies de la cama matrimonial. Ellos no consideran que les quite intimidad. Bien al contrario, en estos días se sienten reconfortados al mantener una tradición que se ha mantenido en sus familias desde hace años.