VUELTA DE HOJA

Ni una hora más

Una hora de trabajo semanal de cuarenta y ocho horas quizá no sea suficiente para remontar la situación, pero hay que reconocer que es bastante para cansarse. Incluso para desear el fin de semana, que algunos lo entienden como asueto y otros como la manera de cansarse de otra manera distinta a la habitual. Europa ha rechazado democráticamente la jornada laboral de 65 horas. Ya está bien con las que hay.

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Lo lastimoso es que únicamente los que tienen trabajo no se muestren partidarios de trabajar más. Esa opción no se les da a quienes no tienen ninguno y no están en la tesitura de aceptar horarios. Que no haya equívocos: el principal problema español es el del paro. Nos distraemos con asuntos tan pintorescos como el zapatazo a Bush, que es el presidente más torpe de la historia de Norteamérica, pero eso no deja de ser una anécdota maloliente. Más célebre es el zapato de la Cenicienta, incluso el que esgrimió Kruschev, golpeando su escaño y algunas conciencias. Dentro de nada, que es el paquete donde se envuelven las trivialidades históricas, nadie conservará memoria del grotesco episodio. Vamos a ser serios: lo grave de la situación es que haya miles de personas que deseen trabajar y no consigan trabajo.

En España arrecian los ataques contra doña Magdalena Álvarez. Los que han acordado ser originales de la misma manera, la llaman Maleni. Para mostrar su inagotable ingenio. Hasta reprueban su acento oriundo del barrio de la Victoria de Málaga, que por cierto es el mío. Cualquier cosa es válida para atacar a esta señora admirable por su biografía y por su conducta. Todo sirve para no afrontar lo que de verdad importa: que haya gente que quiere trabajar y que quiere comer y no puede hacer ninguna de las dos cosas.

Sólo cantar villancicos.