LA RESACA DE LA ACB

Los implacables

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Se pone uno a buscar relaciones literarias o cinematográficas para definir a TAU Cerámica y Unicaja y surgen títulos como "Chacal" o "Los intocables de Elliot Ness". Trata de descubrir vocablos que condensen el apetito insaciable de ambos conjuntos y aparecen términos como impíos, tiránicos o despóticos. En la ACB hay ocho equipos que ganan más partidos de los que pierden, cinco incluso que vencen el doble de veces de las que caen, pero sólo dos que no comprenden la palabra dosis. Creen que el botellín de jarabe es para trincárselo entero, se meten una sobredosis de pastillas porque entienden que cada caja es de usar y tirar.

No haría falta recurrir a las estadísticas para confirmar la sensación de voracidad que ambos transmiten a la grada. Pero los números, más en baloncesto, actúan como colchón adecuado. Sólo el Baskonia y el cuadro malagueño superan los diez puntos de diferencia entre puntos a favor y en contra. El duelo-tipo del equipo alavés acaba 87-73; el del andaluz, 82-71. Leído así no parece algo desmesurado, pero hay que actuar al 100% todas las jornadas y los cuarenta minutos de cada una para que después de doce fechas salgan semejantes rentas.

TAU y Unicaja -una y dos derrotas respectivamente con triunfo azulgrana en el enfrentamiento directo- toman prisioneros y, en lugar de cumplir los trámites con paso de los rivales ante el juez, los conducen directamente a Guantánamo. Ningún otro equipo de la ACB como ellos se muestra tan inflexible con los errores ajenos. El bloque de Aíto viene de sacudirle una tunda de veinticinco al CAI. El de Ivanovic se impuso el sábado por dieciocho al iurbentia, equipo bastante más armado que el maño, porque los hombres de negro purgaban un hurto como su hubiesen matado a alguien. Repasado el derbi vasco del Fernando Buesa Arena, la distancia de casi veinte engaña. Una docena, tal vez, hubiese reflejado mejor la superioridad local. Pero así es el TAU, huele la sangre fresca y no conoce parentela. Es amoral, juega con el alma fría y el físico efervescente. Igual que el Unicaja de esta temporada.

Aíto y Dusko cincelaron el molde en sus fraguas para obtener el hierro de la intensidad. Ocurrió con el Barcelona, el Joventut y ahora el Unicaja; pasó en Limoges y en Vitoria, se estrelló el modelo en el Palau del "más que un club" y vuelve el esplendor en el "remake" vitoriano de Ivanovic. Las piezas de Dusko y Aíto se mueven por la pista con una o dos marchas más que el resto, ambos encarnan la postmodernidad en el baloncesto: tenéis el balón, nosotros os lo quitamos; pintadnos unas calles y traformamos la cancha en una pista de atletismo.

Sólo el Joventut se aproxima en ataque a este concepto, pero le faltan el poso de la madurez y mantener la defensa asfixiante todo el tiempo. La clave, precisamente, para el baloncesto rápido: robos por anticipación en las línea de pase, rebote defensivo y carrera. Eso sí, los títulos no se recogen en diciembre. Para coger la fruta del baloncesto hay que arrimar la escalera al árbol en primavera. Mientras tanto, los aficionados de Málaga y Vitoria sienten a sus equipos como una calefacción para los meses de invierno. En La Llanada hace falta. En la Costa del Sol suben el termostato por vicio.