ENFRENTAMIENTOS. Varios jóvenes provocan a los agentes que han formado una barricada frente al parlamento griego en Atenas. / AFP
MUNDO

La estrategia de la danza sirtaki

La revuelta responde más a unos cambios sociales y económicos peculiares que a un hecho puntual

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La danza comienza con un ritmo lento, a cuatro tiempos, que exige movimientos acompasados en su parsimonia. El sirtaki es consustancial a cualquier evocación de Grecia, ese sonido que acompaña la imagen de una península abrupta, el Partenón en ruinas y la miríada de exóticas islas abrasadas por el sol. Pero ni la postal es tan atractiva ni el sirtaki un baile popular. Lo compuso hace 45 años Mikis Theodorakis, gloria de la cultura nacional, para la película protagonizada por Zorba, el griego, naturalmente.

Los tópicos esconden falacias, pero también revelan realidades profundas. El país heleno guarda cierta lasitud que, en buena medida, revela su condición de farolillo rojo en el progreso de los países de la Europa Occidental. Siete días después de que muriera Alexandros Grigoropulos en un fatal incidente y se iniciaran las algaradas callejeras y la devastación, los analistas siguen recurriendo a los agravios de una juventud acuciada por el paro para explicar la pervivencia obstinada de la violencia. En cualquier caso, más allá de los motivos detonantes, existe una serie de circunstancias estructurales que anclan el país en el pasado y condicionan su futuro social y económico generando puntuales convulsiones.

Se olvida que el subdesarrollo heleno hunde sus raíces en una tierra afectada por la II Guerra Mundial y la inmediatamente posterior contienda civil, el primer conflicto de la política de bloques que dividió y enfrentó a los partisanos. La devastación generada por una lucha feroz y los rencores enquistados se encuentran en la raíz de los problemas y de esa morosa cadencia que permite la pervivencia de lacras.

La consecuente emigración masiva hacia Europa, Norteamérica y Australia o las grandes ciudades explica la dualidad entre la macrocefalia de Atenas y Salónica, cuyas conturbaciones acumulan nada menos que el 40% de la población y han proporcionado el germen de una clase obrera reivindicativa. Mientras, las comunidades tradicionales del interior han mantenido sus viejos vicios caciquees, ni siquiera inmunes a la compra de voluntades y votos.

Escenario convulso

La sólida pervivencia del KKE, el Partido Comunista, de línea ortodoxa y el reciente auge de movimientos de la izquierda radical con amplia base popular, se liga a esa historia reciente y a las grandes transformaciones urbanas. La superpoblada capital ha supuesto el escenario convulso de las últimas décadas, en el que una élite política conservadora se mostraba incapaz de responder a nuevos retos y acudía al golpe de Estado cuando el clima se polarizaba peligrosamente.

El ritmo del sirtaki cambia a dos tiempos cuando se acerca su fase más rápida y los movimientos de los bailarines se aceleran. Las generosas subvenciones derivadas de su incorporación a la Unión en 1981, las remesas y los ingresos del boyante turismo supusieron una aceleración de los cambios, aunque la alternancia entre los clanes del conservador Caramanlis y el socialista Papandreu evidenció la pervivencia de viejos hábitos comunes a pesar de los intentos de homologación con el resto del continente.

Sobre unos y otros han recaído la acusación de propiciar aparatos burocráticos clientelistas y ambos también han protagonizado escándalos por el cobro de sobornos, algunos tan mediáticos como el adjudicado a la empresa Siemens. El abultado déficit público, que ha llegado a hitos planetarios, y la cuantiosa deuda estuvieron a punto de malograr su ingreso en la zona euro en 2002, un hito que el Gobierno del Pasok no podía dejar de arrogarse. Hoy existe constancia de que se falsearon las cuentas estatales en los dos años previos, que los gastos de Defensa fueron maquillados y que otras demandas de Maastricht no estaban satisfechas cuando la nueva moneda sustituyó al viejo dracma.

Cuando los pidikhtós -elementos más veloces del sirtaki- llegan a su auge tienen lugar los saltos. La elevada inflación, casi del doble del promedio europeo, ha mermado el poder adquisitivo de la población, aún alejado de los baremos del resto de los Estados occidentales. En una atmósfera enrarecida, la política liberal de Nueva Democracia en la última década ha encendido la mecha del descontento, manifestado en la sucesión de huelgas generales, hecho inusual en el contexto europeo.