La Politécnica es el epicentro de la contestación política más violenta

Según los observadores, suman tan sólo un millar en Atenas, pero se benefician de la concentración de objetivos para obtener los mejores dividendos mediáticos. Enrolados en los grupúsculos anarquistas y de ultraizquierda, los elementos radicales siembran la destrucción en las céntricas plazas de Syntagma y Omonia, atacan las comisarías y destruyen comercios. Sin duda, han aprovechado la movilización estudiantil en su política de tierra quemada. Mientras la gran mayoría de los convocados solicita pacíficamente justicia y la dimisión del Ejecutivo, ellos mantienen una política de desestabilización, muy violenta, que no rehuye el acoso y enfrentamiento directo con las fuerzas de seguridad.

El paro, que afecta al 22,9% de la población menor de 29 años, la progresiva privatización de la educación y la falta de horizontes profesionales explican la participación de estos jóvenes. Pero tanto los minoritarios antisistema como aquellos que protestan sin recurrir a los cócteles molotov parecen apelar a la historia reciente de Grecia porque en ella existen precedentes de curiosa semejanza.

Hace 45 años, el asesinato del político Grigoris Lambrikis a manos de ultraderechistas generó movilizaciones y la aparición de seguidores de la contestación, conocidos como lambrakides, cuya agitación dio lugar a la caída de Constantin Caramanlis, padre del actual primer ministro. Satiris Petroulas, uno de aquellos rebeldes, murió también víctima de una granada policial y se convirtió en todo un emblema.

En 1973, igual que sucede ahora, la Escuela Politécnica de la capital helena se encontró en la vanguardia de la lucha contra el régimen, aunque entonces era una dictadura militar. Como en la última semana, los estudiantes protagonizaron las algaradas callejeras y todos los analistas coinciden que no se habían producido incidentes tan graves desde aquella fecha.