CRÍTICA DE TV

'Pocoyó'

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Tiene pocos años y escasa estatura, pero lo cierto es que se ha convertido en uno de los gigantes de la televisión. No ha nacido ayer, porque lleva unos años de lento crecimiento en la pantallas, pero arrasa ya incluso entre los juguetes de la Navidad. No hay que engañarse por ese nombre, felizmente hallado en un subconsciente infantil, de Pocoyó. Nuestra creación infantil con mejor y mayor visibilidad. Un diseño feliz de personaje, una resolución narrativa dinámica y suelta, un formato apto para los más pequeños por actividad y ritmo; la producción de Pocoyó alcanza un nivel de presentación excelente y su capacidad para viajar a otros mercados está asegurada.

Invertir en infancia es bueno socialmente, y sin duda rentable en términos de industria audiovisual y televisiva. Los infantiles, sobre todo los de animación, tienen una larga vida en las pantallas, las propias y las extranjeras. Su fecha de caducidad no es tan cercana como la de otras ficciones y desde luego no pecan del acto fungible del programa televisivo de usar un día y tirar después del pelotazo de share. Lo difícil es poseer la creatividad y el diseño para sacarlos adelante con nivel. En los últimos tiempos, la industria española dio un paso adelante cuando la UER (Unión Europea de Radiotelevisión) se decidió por el proyecto de Las Tres Mellizas y ayudó a su coproducción y distribución internacional. Luego vino el dinosaurio Tom. También se creó el contenedor de Los Lunnis Y además las películas de animación, que ahora nos llegan producidas con gran inversión, como El lince perdido, con Antonio Banderas.

Más allá de la invasión japonesa de los Chinchang, los Doraimon y otros dibujos más o menos brillantes, y de la habitual oferta de Disney y otros grupos americanos, Pocoyó es nuestra actual cabeza de un deseado iceberg. Quizá no como realidad concreta de una industria activa y ganadora en la producción de infantiles, pero si como botón de muestra del camino a seguir y de la rentabilidad de lo infantil. Super-pocoyó nos dignifica la programación y el futuro de la producción.