Opinion

San Bono de la Cruz

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De tanto y tanto soplar su ideología ya suena a canto celestial. Puede sentirse dichoso José Bono, ha logrado que su rojo atardecer nuble sus pensamientos, y bien alto le podamos decir tú ya no eres rojo sino un tormento.

Con el próximo acto de colocación de una placa en el Congreso de Santa Maravillas de Jesús en contra de su partido y su acercamiento al posicionamiento más reaccionario de nuestros representantes, ha dejado patente dos cuestiones fundamentales. Primera: la no separación Iglesia-Estado a pesar de estar regulada en nuestra propia Constitución. Y segunda: el interés que muestra por una de las víctimas de la guerra civil, legítimo por otra parte, si no fuera por su nulo interés por los millares de ciudadanos españoles que aún se encuentran abandonados en las cunetas y en centenares de fosas comunes.

La iniciativa de Bono no nos debe en ningún modo causar ninguna sorpresa, fueron muchos los que durante la transición tomaron posiciones en los partidos de izquierda, aun sin ser personas ligadas a estas formaciones durante la dictadura.

Gracias a ello fue posible la transición, que en todo momento negó la ruptura con el régimen anterior. Los retratos de los señores Esteban Bilbao, Antonio Iturmendi y Alejandro Rodríguez Valcarcel, presidentes de las cortes franquistas, siguen en el Congreso. Mientras los de Azaña, Companys, Alcalá Zamora, duermen en los almacenes, olvidados por los que dicen ser los representantes de nuestro pueblo.

Y ciertamente lo son, pero también es cierto que las ataduras de muchos de ellos con el pensamiento del régimen anterior son imperecederas y por desgracia las del presidente Bono no son una excepción.

Pedro José Narváez Benítez

Juan Manuel Canle Durán.

Cádiz