CON CLASE. El cadista Caballero conduce el balón ante la oposición de Juli y Gaitán. / ANTONIO VÁZQUEZ
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Triunfo vital del Cádiz en su visita a Santo Domingo

Los amarillos rompen el tablero en casa del Poli Ejido, al que ya saca 9 puntos Un gol postrero de Mansilla reafirma la superioridad de un líder muy sólido

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Pues eso. ¿A qué jugamos ahora? ¿Y contra quién? ¿Y para quién? ¿Y para qué? ¿Hasta cuándo? Hasta junio. Uff, que tostón. Definitiva, y felizmente también, estas preguntas se la pueden hacer tranquilamente una multitud de aficionados cadistas que ayer vieron cómo su equipo rompía, quién sabe si de forma definitiva, el tablero de un juego dirigido a una edad demasiado temprana para este Cádiz. Porque el abusón del Grupo IV volvió a ejercer de ello en el único campo de la categoría que permanecía invicto hasta el día en que llegaron Gracia y sus chicos. Más que los puntos, que ya son nueve ni más ni menos, son las formas y la autoridad que demuestra un once cadista que ayer volvió a salir triunfador de otro campo donde estaban puestas todos los ojos de los rivales que una jornada más osaron pensar que el liderato del Grupo IV es algo alcanzable.

Y eso que no comenzaron las cosas muy bien para los gaditanos que, aunque salieron empeñados en imponer su juego, no tardaron en comprobar cómo se las gasta el ataque del Poli.

Con Gregory como director de orquesta, el once ejidense comenzó a mover el balón de una banda otra provocando las primeras grietas en la defensa amarilla. Además, la referencia de Jorge Molina, siempre atento a coger la espalda de los centrales, servía para que Cristian y David García sufrieran en exceso al no contar con ayudas. Producto de ello, llegaron varias ocasiones en las que siempre faltaba el último rematador para alegría de un Kiko Casilla, ayer de central libre adelantado, que veía cómo su retaguardia comenzaba a sufrir muy pronto.

Pero el Cádiz también cuenta con matadores arriba. Y así, entre internada de Juli, ocasión de Jorge Molina o alguna individualidad de Gregory también llegaban algunos azotes cadistas que servían para intimidar al cuadro almeriense.

Toedtli en un par de ocasiones, Enrique con un disparo cruzado o Mansilla con un testarazo que acabó en córner enviaban varios recados en los que se informaba al cuadro local de que la pólvora no la traían mojada de la Tacita.

Tras diez minutos en los que el Cádiz consiguió sacudirse el dominio inicial del Poli, los de Lucas Cazorla volvieron a dar un último arreón antes de irse al descanso. De nuevo con Gregory como ideador de planes, el Poli pudo irse a los vestuarios con ventaja en el marcador si no llega a ser unas veces por las intervenciones de Casilla, que salvó, en colaboración con Fragoso, un uno contra uno a Molina, otras por la fortuna, tras repeler el palo un disparo de Gaitán, y otras por el linier, que levantó el banderín para invalidar una acción de Juli que acabaría en las redes o por el desacierto de Cañadas en un lance en el que pecó de egoísta después de no querer ver la incorporación en solitario de Charpenet.

Salvado este último asedio, el Cádiz volvía con vida a su cuartel y demostraba, un día más, estar acompañado por esa suerte que tiende a aliarse con los mejores equipos.

Ya en el segundo tiempo el ritmo bajó enteros, lo que aprovechó el Cádiz para ir matándolo paulatinamente consciente de que un empate ayer también habría sido aplaudido por su parroquia. Aún así, también hubo momentos para pasar apuros. Especialmente por la banda de Cristian, que no pudo parar una internada de Cañadas que acabó con un pase de la muerte a las botas de David García que despejó sin pensárselo.

Javi Gracia movía con acierto el banquillo y se acordó del desborde de López para sustituir a un Enrique, algo perdido ayer. Y si el Poli gozó de su oportunidad antes de ver cómo se le iría el partido, el Cádiz también la tendría en las piernas de Cristian. El menudo jugador aprovechó un genial pase en profundidad de Fleurquin para presentarse solo ante Valerio pero sin la valentía necesaria para batirlo por bajo. Mal momento eligió Rubiato para chillarle al de Terrasa para que le cediera el balón cuando su llegada al área estaba siendo vigilada por dos zagueros ejidenses.

Por la misma banda también llegó una oportunidad de López, que tras recibir un buen pase de Ormazábal y desahacerse de dos contrarios probó con su pierna izquierda yéndose el balón ligeramente desviado.

Cuando ya el partido daba sus últimos coletazos y el empate era aceptado por las dos escuadras, llegaría la puñalá más meditada y mortífera. Esa que deja al rival y a su hinchada sin vida alguna cuando ya han bajado los brazos conformándose con el punto sin percatarse de la voracidad del líder. Sin hacer caso a la estrategia amarilla, la defensa ejidense afrontó un saque de esquina postrero sin la concentración necesaria que requiere la altura de Mansilla. Pocos podrían apostar que el Cádiz sacaría partido de un córner cuando eran ocho los jugadores del Poli que defendían en el área por cuatro amarillos que ilusionados fueron al remate. Y llegó. Como en Sevilla. Esta vez fue Mansilla el que acertó a peinar un centro al primer palo de López para delirio de los pocos seguidores cadistas desplazados (una treintena) a El Ejido y el estupor de una hinchada local satisfecha con su equipo pero contrariada con la trayectoria de un Cádiz que sigue aporreando las puertas de Segunda en un año que será eterno, al menos, hasta que no se llegue a la temida y a la vez deseada fase de ascenso.

acarbonell@lavozdigital.es