OPINIÓN ANTONIO ROMERO-HAUPOLD PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN DE CONCESIONARIOS DE AUTOMÓVILES DE LA PROVINCIA DE CÁDIZ (ACOAUTO)

Medina, de faro ecológico a intermitente ecoilógico

Si los molinos de Medina son ecología, el canibalismo es gastronomía. Los campos de aerogeneradores de la ruta del toro probablemente constituyan uno de los mayores atentados «ecoilógicos» que se han perpetrado en nuestra tierra. Y digo bien, «ecoilógico» que no «ecológico». Porque cuando el movimiento ecológico se pasa de rosca, se ofusca, pierde el sentido común, se convierte en «ecoilógico». Donde la ecología pretende proteger el planeta, la ciencia ecoilógica va más allá. Lo protege hasta su destrucción, lo ayuda hasta la extinción, lo mata de amor.

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Ya hemos sufrido otros atentados ecoilógicos en Andalucía. Que pueda recordar tenemos el caso del lince «antenado» de Doñana o de los ex-camaleones de los pinares de El Puerto o a la poda de alcornoques «al rape» de la Sierra. Pero por mucho que me apetezca explicar que cuando se le pone un collar con una antena a un lince se muere, por qué ya no hay camaleones en El Puerto o por qué cuando podas un alcornoque «al rape» enferma y se seca, me voy a resistir porque la última es de las peores: los bosques de molinos de viento de la ruta del toro. Como todos los atentados ecológicos, cumplen con las axiomas de la ecológica «No es bueno para el ecosistema y es inútil. Es malo para el ecosistema de la dehesa». De día, más allá de si los molinos son feos o bonitos, que son feos, los molinos se convierten en ruidosa trituradora de aves, en turmix de picadora de pájaros, tórtolas y palomas. Probablemente superen los rigores de su viaje migratorio. Quizás escapen de los cazadores. Pero seguro que no podrán rebasar la terrible barrera de cuchillas rotativas que los «ecoilogistas» han plantado en la ruta migratoria más importante de Europa: el Estrecho de Gibraltar.

De noche, las luces intermitentes de los molinos transforman la oscuridad del campo en discoteca, en bar de carretera, en árbol de Navidad. Más que molestar, asusta, acojona. Cuando hay nubes bajas, y cualquier conductor que haya pasado por allí me dará la razón, Medina es simplemente una zona de guerra. Recuerda el ataque a Bagdad de la operación Tormenta del Desierto. Dan ganas de bajarse del coche y rendirse con las manos en alto. Eso no debe ser ni para hombres ni para bestias. Los conductores se deslumbran y distraen y los pobres animales, bueno, los pobres animales no volverán a dormir tranquilos jamás. Esperemos al menos que los toros no pierdan su bravura.Es inútil, y esto es lo importante, el corazón del problema es que todo ese esfuerzo es inútil. Hemos renunciado a la belleza de la dehesa, molestado a nuestros animales, perdido las noches serenas de Medina (se veía hasta la Vía Láctea), puesto en peligro a conductores, gastado el dinero de nuestros impuestos, encarecido nuestra factura de la luz y todo esto, para nada. Qué desperdicio. Porque si con el petróleo a 140 dólares y limpiado la huella de carbono, era mas ecológica y competitiva la energía proveniente del petróleo. Aún con el petróleo a 30 dólares, hemos hecho el canelo, con lo que te ahorras te da para tener huella de carbono 0, bajar las tarifas de la luz, bajar los impuestos y con lo que sobre, construir molinos en medio del mar donde no se ven, si se sigue con el capricho.